“Les garantizo que en seis meses Veracruz vivirá seguro, la gente vivirá tranquila, y lo garantizo porque sé cómo hacerlo”.
Esa fue su promesa de campaña. El mismo que ofrecía que metería a la cárcel a Javier Duarte, también nos “garantizaba” la seguridad en seis meses.
Javier Duarte está en la cárcel, en Guatemala… nosotros amanecimos en Guate-peor.
El suceso que encendió los focos rojos fue el asesinato del Comisario de la Policía Federal, Camilo Castagné y de otro mando de esa misma corporación, mientras que un tercer agente era llevado de urgencia a un hospital, la tarde del sábado, en un céntrico restaurante de Cardel.
Pero no fue sólo eso. En Coatzacoalcos, seis miembros de una familia (cuatro de ellos, niños) fueron ejecutados y recibieron el tiro de gracia; En Minatitlán mataron a tres personas, una de ellas un joven de 16 años; en Orizaba, una jovencita y su madre fueron asesinadas en su hogar; hubo un homicidio en Pánuco, otro en Las Choapas, dos más en Cosoleacaque, uno en Moloacán, otro en Coatzacoalcos y una persona más en Oluta.
Fue un fin de semana atípico, hay que reconocerlo, y nadie se prepara para enfrentar situaciones como las que se vivieron el sábado. Todo queda en la capacidad de reacción, la fuerza de ánimo, el temple y la eficacia del equipo de trabajo.
Nada de eso funcionó en el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares. A sus más cercanos colaboradores, los que ven todo lo relativo a la seguridad, les temblaron las piernas, se “apanicaron”, tardaron en reaccionar y no sabían si su trabajo era mantener informado al gobernador o encabezar los operativos de reacción inmediata. No hicieron ni lo uno, ni lo otro.
La lluvia de datos, la avalancha de información, cada una más grave que la anterior, provocaron que el propio Yunes Linares entrara en shock y terminara fallando en lo que a él le correspondía, que era dialogar con los veracruzanos y transmitirles confianza, seguridad de que las autoridades estaban haciendo su trabajo.
Me resisto a pensar que fue una sugerencia de su coordinador de Comunicación Social. Más bien supongo que salió de él mismo, lo asumió como parte de un montaje. La idea sería sugerir que la “emergencia” lo había obligado a salir a hablarles a los veracruzanos sin preparación alguna.
Por eso la toma oscura, a través de un teléfono celular, con la deficiente calidad de video que ello implica.
Su vocero, Elías Assad Danini, debió informarle que tanto en el puerto de Veracruz como en Xalapa, las oficinas de Comunicación Social –lo mismo que la Secretaría de Seguridad Pública y la Fiscalía General del Estado- cuentan con equipo de iluminación y de grabación de alta calidad, y que esa disposición de “mantener informados a los veracruzanos” (será a los que tengan internet, pues sólo por esa vía se transmitió) debe estar sustentada en un trabajo serio, profesional, que refleje el respeto que le tiene a su auditorio.
Si la intención es enviarle un mensaje a los veracruzanos para que mantengan la calma, lo primero que debe hacer Miguel Ángel Yunes Linares es preparar su discurso. Aunque sus lacayos lo intenten convencer de lo contrario, lo cierto es que Yunes Linares no es bueno en la improvisación, mucho menos cuando –como se notó- seguía alterado por el dramatismo de los sucesos. Y se hizo evidente en el video transmitido la noche del sábado. Habló de que en Veracruz, para combatir a la delincuencia organizada hay “soldados estatales”. A menos que se refiera a los grupos de autodefensa que han surgido en diversos puntos de la entidad, no hay forma de que, institucionalmente, Veracruz tenga sus propios soldados. Esa pifia la pudo evitar si hubiera redactado y leído su mensaje.
El domingo repitió su discurso, aunque ahora, acompañado por los mandos de las corporaciones federales, le salió lo “valiente”.
No se debe confundir, nadie ha propuesto que negocie con los grupos criminales. No debe engañar a la sociedad, no puede presumir de su “valor” al dar la cara e insultar a los asesinos, cuando todos los veracruzanos saben que él y su familia son fuertemente custodiados, incluso cuando se toma un café en el centro de Xalapa o corre en la zona universitaria o en el bulevar de Boca del Río.
Miguel Ángel Yunes Linares ya demostró que no es capaz (pero tampoco le interesa) de cumplir con sus promesas de campaña. Pasaron los seis meses que él mismo se dio de gracia y Veracruz no sólo sigue sumido en la inseguridad y a merced de la delincuencia, sino que está aún peor que antes de que él llegara.
Criticó la calidad moral de los policías estatales, por el simple hecho de que fueron formados en el período del corrupto Javier Duarte, pero ya en los hechos, demostró que su solución fue peor que la enfermedad, pues la academia de policías se convirtió en una “jaula de las locas” y en un pozo sin fondo para la codicia de su director.
Yunes Linares hace hasta lo indecible por evadir su responsabilidad. Primero, que la violencia era culpa de Javier Duarte y sus secuaces, después que era provocada por la delincuencia organizada, responsabilidad del gobierno federal. En su mundo, Yuneslandia, los delincuentes apenas se roban una Coca Cola y 100 pesos.
En un principio el clamor fue que se hicieran ajustes en los mandos del área de seguridad. Hoy lo que los veracruzanos demandan es un cambio en el timón.
Fue el 21 de agosto del 2008, crispado por la impotencia, el empresario Alejandro Martí (propietario de una cadena de tiendas artículos deportivos y quien perdiera a su hijo luego de un secuestro) tomó la palabra en una sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, que era encabezada por el entonces Presidente Felipe Calderón, y les dijo:
“Señores, si piensan que la vara es muy alta e imposible hacerlo, si no pueden, renuncien, pero no sigan ocupando oficinas de gobierno y recibiendo un sueldo, porque no hacer nada también es corrupción”.
Señor gobernador, usted tiene la palabra.
* * *
Epílogo.
Y si el único problema fuera el de la seguridad, con “echarle montón” quizá pudiera resolverse. El problema es que no es el único hueco en el “gobierno del cambio”. Las finanzas siguen deterioradas. Yunes Linares dice que no ha pedido ningún otro crédito además del solicitado en diciembre para cumplir con las obligaciones salariales. Lo cierto es que la deuda sigue creciendo y no parece tener solución. ¿La renegociación? El gobernador sigue buscando un buen bróker que le ofrezca las mejores comisiones. De ahí saldrá para la campaña del cachorro. *** ¿Y las leyes en materia anticorrupción, para cuándo? El sentido común dictaría que los miembros del Congreso primero se limpien la boca antes de hablar de combate a la corrupción.
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