Un amigo periodista me dijo: “Tres meses en el tambo para aprenderse esa babosada y la dijo mal”. Y en efecto la regó al decir continencia por contingencia, aunque segundos después rectificó.
Pero ¿por qué dijo eso?
Pues por mamón, soberbio y paranoico que está.
De acá de este lado del Suchiate, ya está todo listo para darle la bienvenida. Los dueños del Reclusorio Norte de la Ciudad de México le preparan suites VIP propias para un personaje de su categoría que tiene para pagar eso y más.
Pero recepciones aparte, lo interesante será el juicio. Javier llevará como su defensor a uno de los abogados penalistas más reconocidos de México, Pablo Campuzano de la Mora. Entre los blasones de este joven litigante está haber echado para abajo, una por una, todas las acusaciones contra la maestra Elba Esther Gordillo que está por salir de la cárcel.
La parte acusadora que en este caso es la PGR, deberá echar toda la carne al asador si quiere salir airosa de la contienda.
Si Duarte sale bajo fianza, el golpe a la credibilidad de la dependencia será demoledor. Y el impacto en Veracruz, desastroso.
Javier Duarte dijo este martes que es inocente de todos los cargos que le imputan y confiado en que sabrá probar su inocencia aceptaba la extradición.
Si esto fuera cierto, ocho millones de veracruzanos estarían cometiendo la ojetada de culpar a un santo del robo de 44 mil millones de pesos. Pero sabemos que no es así.
Javier está muy confiado y en los metideros políticos dicen que su confianza se debe a que pactó con el gobierno federal una corta estancia en prisión, a cambio de no embarrar a nadie, sobre todo a los que está arriba de él en el escalafón del sistema.
Si eso es verdad mal hace Javier en estar tan confiado.
El presidente Enrique Peña ya le vio la cara de pendejo no una, sino dos veces. La primera fue en aquella famosa charla al pie de la escalinata del avión presidencial cuando le hizo creer que sería él, Javier Duarte de Ochoa, quien se encargaría de nombrar a su sucesor al trono de Veracruz.
Y la segunda, cuando por medio de Miguel Ángel Osorio Chong, le hizo también creer que Miguel Ángel Yunes Linares no sería ungido gobernador porque la PGR tenía un expediente así de grueso en su contra. Pero para que la dependencia pudiera proceder contra el choleño, Duarte tendría que solicitar licencia al cargo.
Y Javier volvió a morder el anzuelo.
Más que un exceso de credulidad será un exceso de estupidez si Duarte vuelve a confiar en la palabra del presidente. Pero la culpa no será de este sino del gordo por ingenuote.
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