Cabe precisar que Xóchitl Tress es indefendible, como persona y como actor político. En ambas facetas ha demostrado ser una veleta, frívola, licenciosa, ambiciosa y desleal. Pero en honor a la verdad, no peor que otras y otros que también utilizaron la cama –o la oficina pública convertida en burdel- como trampolín político y económico. Práctica que, por demás, no es privativa de los políticos priistas. De hecho, varios altos miembros de la actual clase gobernante tienen sus propias historias al respecto.
Pero ha resultado muy provechoso apelar al morbo y a la misoginia de varios medios y periodistas, así como a la del público consumidor de información chatarra, para provocar un escándalo mediático que desvíe el interés de la lamentable situación por la que atraviesa Veracruz, así como de los pactos de impunidad del actual régimen con oscuros representantes del fide-duartismo a los que no toca ni con el pétalo de una averiguación. Nuevamente, el doble rasero para procurar e impartir justicia en tiempos de la alternancia en el poder en Veracruz.
Lo que se le achaca a Xóchitl Tress como monto de sus presuntos bienes malhabidos es ínfimo en comparación con lo que otros ex funcionarios duartistas, libres o en también prisión, desviaron. Y falta también que se le demuestre que ella los adquirió, pues si se trató de regalos de Javier Duarte, como la camioneta y el departamento en la Ciudad de México que salieron a relucir durante la audiencia del ex mandatario en el Reclusorio Norte, aunque hubieran sido comprados con dinero público, el delito no le sería acreditable a la ex funcionaria.
Sin embargo, la autoridad fue implacable con Xóchitl Tress: el juez de control le dictó una medida cautelar de dos años de prisión preventiva necesaria. Ni con el ex secretario de Seguridad Pública Arturo Bermúdez Zurita fueron tan duros.
¿Tendrá que ver con ello la circulación de una foto de Xóchitl Tress cabalgando con el alcalde electo de Veracruz, Fernando Yunes Márquez?
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