En los momentos primeros de la desgracia, la Delegada le prometió al niño inerme que no quedaría sólo en la vida y que, junto con su abuela, podría salir adelante.
Bien, pasaron los días, las semanas y los meses, y esta semana Anilú fue una vez más al lugar de la tragedia a visitar a su pequeño amigo, pues quería ver de frente y en persona la construcción de los nuevos hogares de estas familias.
Ahí supo que Lisandro ha continuado sus estudios, gracias al apoyo que recibe de la Sedesol, pues fue incluido en el programa Seguro de Vida para Jefas de Familia. Pero, además, él y su abuela tendrán un nuevo hogar, lo que quiere decir que tendrán también un futuro, pues la casa es patrimonio y hogar, refugio y fortaleza.
“Así,” me dice Anilú Ingram, “se cambian vidas, se tocan vidas, como la de Lisandro y las otras 16 familias que ahora saben que hay esperanza para ellos, incluso después de los momentos más difíciles. Junto con el municipio y la Fundación Banamex les estamos construyendo sus nuevos hogares, lo cual les ha dado otras esperanzas para creer y para volver a ser felices”.
He ahí una misión verdadera para el político, para el servidor público, para el funcionario: traer no solamente apoyos sino esperanza; hacer obras para rehacer vidas.
Cuando se tocan esas fibras recónditas del alma, les puedo asegurar, las banales ansias del poder y la ambición se van a un lugar perdido, porque la verdadera felicidad se halla en la ayuda a nuestros prójimos necesitados, y no en la vanidad del dinero, que dijera el filósofo Luis Alcaraz.
Anilú nos confiesa que se ha llegado a sentir tocada esas fibras en su sensibilidad de mujer comprometida con las causas sociales, porque ella considera que el ejercicio de la política es ése y por eso está metida en el servicio público desde hace varios años.
“Si mi intención de vida hubiera sido hacerme rica, habría puesto una empresa privada”, afirma con gran conocimiento de causa y mucho sentido común. “Y te juro que ver la cara feliz de Lisandro, en la que ha aparecido nuevamente una sonrisa luminosa, no tiene precio para mí”.
Por lo pronto, en Coscomatepec se ha hecho el milagro de la resurrección d e la esperanza, que se proyecta en la felicidad sin precio de Lisandro.
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