El rostro de la tragedia, fue inevitable, a la par de intentar salvar las vidas, muchos se toparon de frente con la muerte, al encontrar los cuerpos de niños, jóvenes, adultos, personas de la tercera edad, que no corrieron con la misma fortuna de los que hoy estamos aún aquí para contarlo.
Pero el animó nunca decayó, por el contrario, mientras más pasaban las horas, sumado a la reacción inmediata del Gobierno en todos sus niveles, alentaba y fortalecía el espíritu, sabedores de que, a diferencia con los eventos sísmicos de 1985, el Estado Mexicano estaba ya preparado, bajo una cultura de la Protección Civil.
Sumado a ello, muchos pueblos del mundo reaccionaron ante tan doloroso incidente, expresando con mensajes su abrazo solidario, alentando, recordando que no estamos solos, así naciones tan distintas en cultura, lengua, religión e incluso en sistemas económicos reaccionaron, ofreciendo sus ayudas.
Ecuador, El Salvador, Costa Rica, Japón, Israel, Panamá, Honduras, Chile entre muchas más han enviado a rescatistas y brigadas para apoyar a nuestros hermanos en desgracia, tras la serie de fenómenos telúricos que han provocado tanta devastación y muerte
Aun así, no se usted, ese México del que le habló es otro, el cambio en la actitud de las personas es otra, todos se alinearon bajo un pensamiento de esperanza y de solidaridad humana, por ayudar al desconocido, al que perdió todo, sin importar
credo, color, nivel social, identidad política; a final de cuenta todos somos México, y eso se siente.
Pero como todo en esta vida, no falta nunca el negrito del arroz, y ese lo han puesto dos sectores, uno, el de las empresas trasnacionales dedicadas a la comercialización de productos en sus grandes cadenas de supermercados, que, ni por la crisis humanitaria que se enfrenta, dicen aquí está todo en donación, como si este bendito pueblo no hubiera hecho millonarios a sus propietarios a lo largo de todos estos años.
Lástima por ellos, ahí se ve en lo poco, lo mucho que les importa el pueblo de México, a diferencia de otros empresarios y empresas nacionales que han decidido donar todo lo que tienen en ese afán de apoyar al pueblo que siempre les ha respondido comprando sus productos.
El otro negro del arroz, lo ponen los partidos políticos y sus mugrosos dirigentes, quienes en ese actuar dual que siempre esbozan, empleando ese discurso mohoso, ese mensaje vacío y caduco, que ya nadie se traga, se lamentan, pero no ofrecen soluciones a nada de lo que hoy pasa en el país, como si vivieran en otra realidad, en otro México.
Temerosos -sin justificación- de las posibles sanciones que el propio INE pudiera imponerles, temen destinar gran parte de las prerrogativas para apoyar a los damnificados, observando con horror, que pudieran arrebatarles ese recurso que es de todos para otras cosas y dejarlos sin posibilidad de seguir incrementando sus carteras.
Vaya pues nuestro reconocimiento a esa nueva mentalidad y a ese nuevo México, que sacudido una vez más por la naturaleza, nos hace abrigar esperanza, de que la humanidad no está perdida.
Llegado el momento, los mexicanos habremos de cobrar muy caro, la afrenta, el desdén y la arrogancia que imprimen estos dos sectores, que, en medio de la tragedia, han preferido seguir lucrando con el dolor del pueblo de México, para ellos, nuestra indiferencia, pues no merecen más, solo bastaría preguntarles ¿Qué paso señores y la solidaridad?
Al tiempo.
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