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Edgar Hernández.
 

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Fernando Gutiérrez Barrios a 17 años
2017-10-29

¡La política no puede estar en manos de improvisados o ineptos!


 De don Fernando se han dicho muchas cosas.


La última, la de estos días, tiene que ver con el magnicidio del siglo de John F. Kennedy, ya que era agente de la CIA, “Litempo 4”.


¿Mentira, verdad?.. ¡Nunca se sabrá!


Quien esto escribe solo trató con él 23 años a lo largo de los cuales vi y aprendí muchas cosas aparte de los estereotipos del ¡Nada fuera de la ley!, que si el pueblo dice a medianoche que es de día “hay que prender la farolas” y su legendaria frase “¡quien traiciona una vez traiciona siempre!”, dedicada a Dante Delgado.


En realidad la verdadera historia de Fernando Gutiérrez Barrios jamás se ha escrito, ni contado a cabalidad.


“Un día me llamó el señor presidente –platicaba don Fernando tras sacar de una cartera una fotografía que no recuerdo si era de ovalito o cuadrada, con el retrato en blanco y negro de Gustavo Díaz Ordaz- para pedirme que fuera a la regencia capitalina”.


Era septiembre de 1968.


“El regente Corona del Rosal me pidió que encabezara la reunión en donde solo veía generales de cinco estrellas a quienes explique el estado de cosas que vivía el país alterado por el movimiento estudiantil de 1968, así como la fuerza y respaldo popular que tenía el Consejo Nacional de Huelga”.


Las charlas con don Fernando y este colaborador se sucedieron en Caminos y Puentes Federales; continuaron en 1994 hasta las puertas del 2000 donde nos dejamos de ver.


El se fue para el PRI luego a la campaña para el Senado y nuestros encuentros eran esporádicos a veces en Tiber, en ocasiones en su casa de Santiago Apóstol, en San Jerónimo Lídice.


Allá por septiembre de 1994, una tarde me invitó a ver la televisión. Me citó a las seis de la tarde. Llegue a su casa y me pasó a su biblioteca. Ahí nos apoltronamos.


Empezamos a tomar café cuando Televisa empezó a trasmitir desde el “Plutarco Elías Calles” la toma de protesta de Luis Donaldo Colosio como candidato del PRI a la Presidencia de la República. El tenía el televisor de frente, yo a un costado desde donde vi cómo se hundía en el sofá con la mirada perdida.


Alguna vez pensó que él hubiera estado en ese lugar.


Tan lo pensó que ese año pero en enero me mandó traer de Morelia para esa tarde de ese 6 de enero, en la víspera de Reyes, me dijo que me preparara con el trabajo de prensa y propaganda; los logos y el lema y el casting que se le había hecho de meses atrás.


“Vamos a construir la circunstancia para que las cosas se den en nuestro favor este fin de año”, me dijo imperturbable.


Al día siguiente muy temprano, camino a la Secretaría de Gobernación, don Fernando fue llamado intempestivamente a Los Pinos, donde el Presidente Salinas le pediría su renuncia “a cambio le ofrezco la embajada de Francia o de España”.


“No, señor presidente –devolvió con cortesía- he servido a México por más de 40 años y no quisiera ningún trabajo fuera de aquí”. “Le propongo entonces que se quede al frente del ISSSTE”, le insistió Salinas a lo que el experimentado hombre le dijo:


“Solo le pido me permita sea yo quien presente mi renuncia y no sea usted quien me despida”, cerro don Fernando redactando ahí mismo la misiva de renuncia cuyo epígrafe fue “Sabia virtud de conocer el tiempo”.


El tiempo de don Fernando había llegado a su fin.


Y el de Salinas de Gortari también. Siempre sospechó que detrás del asesinato de Luis Donaldo Colosio… y de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo estaba la sombra de don Fernando.


Parte de la clase política también estaba cierta que el EZLN y su insurgencia aquel uno de enero de 1994 bajo la máscara del “Comandante Marcos” era obra de don Fernando con el patrocinio de Carlos Hank González.


Así, se tejieron las historias de quien en algún momento se le llamó el “Superpolicía del Sistema”, el “Centinela de la República”, el “Hombre más informado”, el “Caballero de la Política”, el político de mano de hierro con “guante de terciopelo”.


Este político, tan amado como temido, sirvió a la república por más de cinco décadas siempre como celoso guardián de la seguridad nacional, siempre pegado al teléfono rojo.


En alguna ocasión fue llamado por el presidente Luis Echeverría para que atendiera de manera personal el secuestro de su suegro José Guadalupe Zuno, padre de la primera dama María Esther Zuno. Era 1973.


Se trasladó a Guadalajara donde vivió por seis meses hasta lograr su aparición y captura del plagiario de manera por demás ingeniosa al pedir al periodista Joaquín López Dóriga entrevistara a la madre del presunto plagiador, quien por Televisa en red nacional apela a los buenos sentimientos del hijo advirtiéndole además que ya lo tenían localizado lo cual no era exacto.


Al final del noticiario el secuestrador se pone en contacto con su madre a cuya diestra estaba don Fernando, quien por la vía del diálogo lo convence de la generosidad de la ley si se entregaba.


Así fue.


Este lunes se cumplen 17 años de la muerte del veracruzano de quien a estas alturas hay quien se atreve a decir que no nació en el puerto. Si supiera quien escribió eso que todavía existe la paletería y la familia que lo atiende en Veracruz posee fotografías de la familia Gutiérrez.


En realidad Fernando Gutiérrez Barrios –“Capitán Gutiérrez”, le decía Reyes Heroles con singular desprecio- de muy niño fue llevado al DF.


Su papá, viejo guerrillero villista, lo llevaba a la escuela a las siete de la mañana. Era el primero que llegaba. Se sentaba en el quicio de la puerta a esperar que abrieran la puerta de la primaria a las ocho de la mañana. De ahí parte su puntualidad misma que acentuó a su paso por el Colegio Militar, el de Tacuba.


Luego sirvió al presidente Miguel Alemán Valdés al integrarse al equipo de civiles que se encargarían de la seguridad presidencial. Más tarde la Federal de Seguridad, la subsecretaria de Gobernación, Caminos y Puentes, el gobierno de Veracruz, la titularidad de Gobernación, el PRI el Senado de la República y fin.


El trágico fin de su vida se marcó un lunes 30 de octubre del 2000 cuando sorpresivamente no regresa de la anestesia tras una operación “exitosa” de coronarias que sus cercanos jamás supimos que padecía.


Ello dejaría una enorme incógnita particularmente cuando un par de días antes había festejado su cumpleaños en familia y amigos y se le vio pleno.


Fue una situación inédita que sigue moviendo a la duda, al igual que ese sospechoso secuestro de Estado en donde salieron a relucir los nombres de Ernesto Zedillo y el general Carrillo Olea como gestores intelectuales del plagio ese 9 de diciembre de 1997, llevando como brazo delincuencia a la banda de los “Caletri”.


Como sea.


Don Fernando Gutiérrez Barrios sigue al paso del tiempo ahí presente. Siempre recordándonos que “gobernar exige experiencia, serenidad y vocación; gobernar es sobre todo tener la mirada y el oído alertas, gobernar es oficio superior que no pueden desempeñar los improvisados y mucho menos los improvisados soberbios”.


Tiempo al tiempo.


 


*El autor es Premio Nacional de Periodismo

 
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