Un buen día, hace algunos, sonó su teléfono de un número que no tenía registrado. Una voz le preguntó si era el señor fulano de tal, él contestó que sí, y del otro lado la persona se identificó como Rodrigo Medina, funcionario de Qualitas, quien -como casi nunca sucede en estos casos- aceptó que su compañía había cometido un error, que tenía toda la razón en estar enojado, muy enojado, pues no le habían resuelto en varios meses la compostura de su vehículo, y que hablaba para darle todas las garantías de que su asunto se resolvería de la manera más rápida posible.
También le pidió una disculpa por la falta de profesionalismo del taller que ellos habían contratado para que hiciera la reparación, que no es otro que Turbo Wash, que se encuentra en Arco Sur -cuidado con él-.
A la amabilidad, el señor Medina añadió -lo que es de lo más importante- la eficiencia, y le dijo que la pieza que se había roto del vehículo ya la estaba consiguiendo él personalmente, y le pidió dos o tres días para tenerla y mandar a que la instalaran. También le preguntó si no tendría inconveniente en que la reparación la hiciera Turbo Wash.
Nuestro buen amigo estuvo de acuerdo y sólo pasaron dos días cuando recibió una llamada de parte del taller. Una persona le dijo que ya tenían la pieza y hablaba para preguntar cuándo podría llevar el vehículo. Quedaron que ese mismo día, a partir de las 5 pm llevaría la unidad, y el empleado le comentó que el cambio de la pieza llevaría a lo mucho 30 minutos.
Como lo hace casi cualquier persona normal en este mundo, nuestro amigo llegó poco después de las 5 pm a Turbo Wash. Tuvo que esperar algunos minutos para entrar en el taller, pues un mecánico impertinente tenía estacionado un automóvil e impedía el paso. Por fin entró, preguntó y lo mandaron a una oficina al fondo, en donde lo recibió con malos modos un empleado:
—Ah, usted es el del vehículo que no hemos arreglado, —le dijo con cierta sorna como ¿bienvenida?— déjeme hablar al almacén para que traigan la pieza.
Hizo una llamada rápida y al terminar le comentó que su supervisor estaba fuera del taller y que la persona que tenía las llaves del almacén tampoco se encontraba, así que tendría que venir al día siguiente.
Comprenderá la sapiente lectora, entenderá el cándido lector que nuestro buen amigo se molestó mucho por esta nueva tomadura de pelo, lo que hizo patente al empleaducho (así se refirió respecto de él en adelante, con mucha razón), quien volvió a tomar el celular y le habló evidentemente a su supervisor, a quien le dijo en voz alta que la cosa se había puesto difícil y que el cliente ¡estaba muy pesado con él!
Nuestro amigo pasó de la molestia al encab… al enojo mayúsculo, le dijo al impertinente que no quería tener ningún trato con él ni con ese lugar. Se subió a su vehículo y abandonó el taller.
Llamó al funcionario de Qualitas, y le explicó lo que acababa de suceder. Rodrigo Medina no lo podía creer. Se deshizo en disculpas, le pidió que regresara, le prometió que él mismo iría a colocar la pieza, pero nuestro amigo le contestó que prefería hacer la reparación en otra parte.
El funcionario, en honor a su eficiencia, citó a nuestro amigo al día siguiente muy temprano en el taller de la agencia autorizada.
A la hora acordada y en 15 minutos le colocaron la pieza nueva y le entregaron su vehículo, reluciente de nuevo.
Bien por Qualitas y su funcionario, que lograron revertir una mala atención.
Mal por Turbo Wash, que no imaginamos cómo sigue teniendo clientela, con esos malos tratos…
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