Decía Jorge Luis Borges que la vida está hecha de momentos, y recomendaba: “No te pierdas el de ahora”. Y el de ahora, precisamente, es el de la vacación, que cumple una función sumamente importante en la vida del ser productivo. Conste: “el productivo”.
Define el Diccionario de la Real Academia Española:
“1. f. Descanso temporal de una actividad habitual, principalmente del trabajo remunerado o de los estudios. U. m. en pl.”
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(El “1” significa que hay otras definiciones para el término, que no importan para lo que nos conviene aquí; “f”, que es femenino; y “U. m. en pl.”: ¡Úsase mucho en plural!, es decir: “vacaciones”. Qué horror con la Academia y sus iniciales).
Aunque también se puede dar uno vacaciones de la vida, de la esposa, del futbol, de los papás, de los hijos… hasta de la política. Lo importante es saber cuándo detenerse en el tráfago de la actividad cotidiana, ésa que nos hace pensar que somos inmortales, o cuando menos muy poderosos, y que nuestro cuerpo y nuestra mente aguantan todo lo que le echemos encima de carga laboral, de estrés, de esfuerzo adicional.
Descansar es tan importante como cualquier otra función corporal: comer y beber, por ejemplo (o exactamente lo contrario). Decía el Poeta del Crucero que no se descansa por dos razones: porque se tiene mucho que hacer o porque no se tiene otra cosa que hacer, y por eso va uno a la oficina. Hay mucha gente en esa tesitura, créanme.
Trabaja también sin descanso el ocioso, el que no tiene nada que hacer en ninguna parte, el que se junta a los que sí hacen algo, pero solamente para dar su opinión, para criticar, para exigir que las cosas se hagan bien. Un paradigma de estos últimos es ni más ni menos que Cuauhtémoc Cárdenas, que nunca ha querido terminar en un puesto de elección o partidista porque tendría que ponerse que hacer cosas (y entonces el criticado sería él).
En esa tesitura ya anda también Andrés Manuel, pero hay que reconocer que no trabaja, hay que ser justos, porque nunca lo han dejado llegar al puesto ansiado.
Yo mandaré a vacacionar esta columna (que será una vacación también para las respetadas lectoras y los a veces sufridos lectores), porque considero que tengo de qué o por qué descansar. Digo, hacerlo por dos semanas, por ejemplo, para un periodista es un chorronal, porque en este oficio -aunque haya algunos que piensan que no hacemos nada- se tiene mucho de qué descansar: de los políticos de todos colores, de las campañas, de los opinadores profesionales, de los ignorantes que piensan que la comunicación se resuelve con ocurrencias…
Sé de otros que se quedarán en sus oficinas por gusto o necesidad, que siguen haciendo guardias, que esperan una llamada del jefe que nunca llega…
Allá los que descansaron de nada, y allá los que trabajaron sin descanso.
Que les aproveche a todos, y nos vemos en enero… si no pasa alguna cosa muy importante antes.
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