—Eso es lo de menos. De todos modos, apréndete tres títulos de libros por si te preguntan.
—¿Tres libros? Y ¿cómo cuáles?
—Yo siempre digo que leo a Carlos Cuauhtémoc Sánchez, a Paulo Coelho y a Jordi Rosado…
La plática entre las dos señoritas turismo municipales que son aspirantes a señorita turismo estatal sigue por el mismo derrotero, entre las bambalinas y los nervios del concurso. Sigue por ese talante y ahí la dejamos, pero nos da pauta para hacer el parangón con los candidatos que serán investidos próximamente para los 3,842 puestos de elección popular que se van a dirimir en la elección del domingo 1º de julio del año entrante.
Son y serán miles y miles de abanderados, y muchos de ellos ya están pensando en las promesas que van a soltar a sus electores, con el objetivo de convencerlos y ganar su voto.
Y sí: piensan qué van a prometer para ganar simpatías populares, aunque saben que será imposible cumplir la palabra.
Así ha sido siempre, y así había funcionado más o menos bien para los candidatos que llegaban al municipio, al distrito, al estado, al país y ofrecían la solución a todos los conflictos, carencias y problemas. El mercado de las ilusiones estaba bien empedrado en su camino al infierno, y el engaño iba en ambos sentidos, pues los ciudadanos hacían como que creían a los abanderados y después hacían como que votaban por ellos.
“Toma lo que te dan, pero vota por el PAN”, fue la frase que acuñó el candidato Vicente Fox en el culmen del cinismo electoral, y así nos fue con él… y con Martita.
Pero hoy las cosas han cambiado. Ahora llegó a su límite la exasperación social de un pueblo que ha sido engañado, explotado, robado por los candidatos de todos los partidos que ha elegido para que sean autoridad o representación popular.
Los candidatos han ido perdiendo la credibilidad de que gozaron, y por eso se ven obligados a cambiar de promesas, para que todo pueda seguir igual. Conste, el reto para la mayoría de ellos no es ofrecer cosas que se puedan cumplir, sino hacer nuevas promesas que sean creíbles para la gente; cambiar el engaño a fin de conseguir el voto.
En ese orden de cosas, ¿qué prometer ante la nueva situación?
Un aspirante muy reflexivo nos regala sus vanos consejos:
Primero, no hacer ofrecimientos tajantes, del tipo de “en seis meses acabaré con la inseguridad” que tanto daño le ha hecho al gobernador Yunes Linares. En contraparte, hacer compromisos que no comprometan: “La inseguridad es un problema que todos debemos resolver, y la enfrentaremos con decisión y convicción”.
Segundo, no ahorrar en promesas económicas: “Vamos a tener que aprender a administrar la abundancia”, “mejoraremos el empleo”, “traeremos inversiones millonarias”.
La educación siempre viste, por eso insistir en que se catapultará la calidad de la enseñanza pública y se mejorarán los sueldos de los profesores, que son tantos y tan jugosos sus votos, antes corporativos gracias a dios y al SNTE.
En cuarto lugar, las obras. Carreteras, puentes, calles pavimentadas, banquetas y guarniciones, tuberías de agua potable y saneamiento, luminarias, son una fuente inagotable de quimeras para los votantes.
Y en el campo fértil de la esperanza, ofrecer transparencia, respeto a la libertad de expresión, a las garantías individuales, a los grupos marginados.
Y, last but not least, ofrecer honestidad cabal, a toda prueba, con la mirada más honesta posible, que es lo que más convence a los electores…
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