hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
Octavio Paz
La aguzada lectora y el curioso lector ya se habrán dado cuenta de que hoy, hoy, hoy se escuchan muchas cosas que el ruido electoral no nos dejaba oír.
Y es que el Señor, en su infinita sabiduría, imbuyó en los legisladores la idea y la necesidad de que haya un periodo de silencio electoral, que va desde el día siguiente al cierre de las precampañas (que en este caso fue el lunes 12 de febrero) hasta un día antes del inicio de las campañas electorales para Presidente, senadores y diputados federales (jueves 29 de marzo), de Gobernador (sábado 28 de abril) y de diputados locales de Veracruz (domingo 13 de mayo).
Vamos a ver: del 12 de febrero al 29 de marzo son 46 días maravillosos sin spots, sin guerra sucia, sin declaraciones vacuas, sin promesas que nunca se van a cumplir.
Son 1,104 horas que todos esperamos que los candidatos y sus equipos ocupen para planear campañas diferentes, innovadoras; que desaparezcan para siempre los mítines, tan caros como inútiles.
Son 66,240 minutos, suficientes para que el músculo duerma y la ambición descanse en el silencio de la noche… y del día mismo.
Y son 3 millones 974,400 segundos que algún desesperado podría contar uno a uno hasta que llegue el último y, junto con él, el día del arranque de las campañas, que serán la abuelita de todas las batallas.
Pero por lo pronto estamos en el silencio electoral.
De aquí y hasta el 29 de marzo, y si los partidos cumplieron lo que ordena el Artículo 64 del Código Electoral estatal (“La propaganda electoral que sea colocada por actividades de precampaña deberá ser retirada por los precandidatos a más tardar cinco días antes del registro de candidatos”) tendremos para nuestros ojos y nuestros oídos el paisaje y los ruidos de la naturaleza.
Podremos ver las nubes con sus formas caprichosas y los cerros impertérritos de nuestra orografía. Los espectaculares con sus eslóganes más o menos bien hechos no nos estorbarán para que volteemos a ver la belleza de un bosque o el colorido majestuoso de las flores. No habrá pasacalles que afeen las avenidas, ni volantes o dípticos o trípticos que llenen de basura nuestras casas y nuestras banquetas.
Y el silencio maravilloso. El ruido inevitable de los vehículos, ciertamente, seguirá siendo parte de nuestra vida cotidiana, pero si nos aplicamos, podremos buscar un espacio para el silencio, y dedicarnos a escuchar el aletear de las mariposas, los suspiros de las muchachas buenas que todavía creen en el amor en este 14 de febrero, el ulular de las hojas de los árboles, el silbido del viento cuando pasa bailando entre la vertical amarilla de los bambús.
Y la tranquila melodía de las olas del mar, que siempre vuelve a comenzar.
Y nuestra propia respiración, que si la seguimos nos llevará por sus conductos a escuchar nuestros pensamientos y a reconocer esa voz desconocida que es la propia nuestra; ésa que nos hurta la propaganda estruendosa de las campañas; un ruido electorero con el que piensan que nos van a convencer para que votemos por éste y no por aquél; por el yo mero o por ya sabes quién.
Del 30 de marzo al 27 de junio, señoras y señores ciudadanos, preparen sus orejas, agucen sus sentidos, ordenen su mente, porque viene la avalancha de la propaganda electoral…
Y -ojalá que no- estará llena del sonido y la furia.
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