La estrategia es simple: el que va perdiendo o está rezagado pide una encuesta para simular que no va tan mal, que mejora, que “lo que dicen no es cierto, que aún puede competir”; el que va ganando, intenta a través de ellas comunicar que va a la alza, o bien, que no pierde terreno frente a sus adversarios.
De igual forma, la idea también es, entre otras, la de generar sentimientos en la gente y “convencerla” de aplicar el voto útil, sin decírselo de manera directa. Si alguien piensa sufragar por un independiente, hacerle ver que dicho candidato no tiene opciones de ganar, y mejor hacerlo por otro con posibilidades reales de competir, es decir, no “desperdiciar” el voto.
El asunto es que esta práctica, tácitamente aceptada y de conocimiento popular, ha desvirtuado el trabajo de las casas encuestadoras serias. Hoy existen más “pronosticadores que encuestadores”.
Por lo tanto, es mentira que exista un ganador tanto en la Presidencial como en Veracruz. No hay vencedores ni perdedores seguros, por más que así parezca. Lo que hay son encuestas reales y “trabajadas”; lo que sí hay son percepciones movibles de aquí al 1 de julio.
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