Por principio de cuentas, el gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares exhibió ser absolutamente incapaz de cumplir con uno de sus cometidos básicos, que es el de brindar seguridad a la población. Veracruz continúa convertido en un campo de batalla, en el que la propia policía estatal sigue estando implicada en secuestros, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales.
A pesar de su discurso, el régimen yunista se dedicó a simular que hacía justicia persiguiendo penalmente a algunos de los duartistas saqueadores, y al mismo tiempo pactando con otros de la misma pandilla para obtener dinero y ganancia política, traicionando con ello el espíritu del mandato que se le dio en las urnas hace dos años.
Tampoco estuvo exento de corrupción. La manipulación de las instituciones públicas y los programas sociales para favorecer la candidatura de hijo del gobernador fue descarada y permanece impune. Igual que la práctica de traficar con influencias para favorecerse entre ellos mismos, como quedó evidenciado recientemente con la entrega de millonarios contratos de obra pública y publicidad oficial a empresas ligadas al dirigente estatal del PAN, José Mancha Alarcón.
Autoritario, sojuzgó a los poderes Legislativo y Judicial a los designios e intereses del Ejecutivo, colocando además incondicionales –o mejor dicho, lacayos- en la mayoría de los órganos que deberían ser autónomos, haciendo de la impostura un sistema para gobernar y ejercer el poder.
Durante el bienio yunista los periodistas continuaron siendo asesinados en el estado, mientras se erigiría una nueva clase de textoservidores y medios de comunicación a su servicio hasta extremos francamente penosos, de ignominia y procacidad, y que ahora, sin un gramo de vergüenza, ya le alzan la mano a quien los venció en las urnas.
El régimen de Miguel Ángel Yunes Linares, que hace dos años ganó la elección con legitimidad y autoridad, ahora paga las consecuencias de haberle fallado a los veracruzanos, de haber traicionado el mandato que se le dio en las urnas y de reducirse a sí mismo a una patética intentona por instaurar una parodia de monarquía familiar en Veracruz.
Con la agravante de que todavía se aferran al poder al negarse a reconocer lo que los veracruzanos decidieron en la elección de Gobernador –a pesar de que la diferencia de votos entre Cuitláhuac García y Miguel Ángel Yunes Márquez es mayor que la que le dio el triunfo a Yunes Linares sobre Héctor Yunes en 2016-, amenazando con irrumpir en el cómputo de la votación que se llevará a cabo este miércoles.
Ni Javier Duarte se atrevió a tanto.
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