Desde el café.
Bernardo Gutiérrez Parra.
 

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Ah pa’ nombrecitos
2018-09-18

Ya lo he comentado aquí pero va de nuez. En secundaria tuve un maestro que se llamaba Gastón Timoteo Argote Hernández que mitad en broma, pero mitad en serio, decía que ese nombre se lo habían puesto sus padres cuando aún no hablaba y por lo tanto no podía defenderse.


Don Gastón era partidario de que fueran los hijos, ya mayorcitos, los que se mataran solos y escogieran el nombre que les gustaría llevar. Y viendo los apelativos que algunos papás le endilgan a sus vástagos, su idea no era nada mala.


En tiempos de María Canica, cuando los padres se guiaban por el santoral católico, el asunto era realmente complicado para los pobres chamacos. Por ejemplo, si nacían el 1 de enero los orgullosos progenitores podían escoger entre Almaquio, Ponfilio, Concordio y Frodoberto como nombres con los que le desgraciarían la existencia a la criatura. 


Si el chamaco nacía el 2 de ese mes corría el riesgo de llamarse Airaldo, Argeo, Bladulfo, Nacianzo, Mainquino o Vicenciano. Si el nacimiento era el día 3 tenían para elegir entre Antero, Gordio, Sinesio, Teógeno, Teonas y Teopompo. Si nacían el día 4 de enero los nombres del santoral son Abrúnculo, Cayo, Ferreol, Hermes y Rigomerio. Y así hasta el 31 de diciembre. 


Toda mi vida he sostenido que estos pobres sujetos (convertidos en santos) se metieron a religiosos a ver si por ese camino se les quitaba el deseo patológico de matar a sus papás. 


Ponerle un nombre de esos a un bebé que no se sabe defender, debe considerarse un crimen con todas las agravantes. Pero en aquellos años era parte de los usos y costumbres que pagaba el crio cada día de su cascabelera existencia. 


Tu como padre, lector ¿andarías tan campante por la vida sabiendo que le pusiste a tu hijo Alderico, Crispinino, Polieucto o Valeriviano? 


¿Tendrías el valor de verlo a la cara después de haber cometido semejante atrocidad? 


Reitero, esto sucedía en tiempos de María Canica, cuando nuestros abuelos y bisabuelos se iban al santoral y hacían sus barrabasadas. 


Pero los padres de ahora no cantan mal las rancheras. 


Hace poco un matrimonio a quien de verdad apreciamos, nos invitaron a mi esposa y a mi a bautizar a su nene y por supuesto aceptamos con el mayor de los gustos. Pero cuando mi mujer se enteró que a su futuro ahijado le iban a poner Bibiano Desiderato, declinó cortésmente alegando que no deseaba ser cómplice de ese atentado.


Ya sin el auxilio del santoral, los padres siguen empeñados en que sus hijos los odien cuando crezcan al ponerles Brayan, Yaquelin, Britany, Alpha, Barbie, Leidis Bar, Bayron, Yucón, Orlandenson o Solvimur.


Como se verá, los nombres castellanos están pasando a mejor vida. Aunque no todos y va este ejemplo de total pendejez, fanatismo y desamor por un hijo. 


Un matrimonio que ama el futbol, le quiso poner a su hijo el nombre de su equipo favorito. 


El 21 de agosto, los padres del infeliz crío que son seguidores a muerte de la Maquina Celeste, realizaron el trámite de solicitud en la oficialía número 7 de la Paz, Baja California, para ponerle a su pequeño el nombre de Cruz Azul. 


Gracias a la cantidad de mensajes que recibieron por redes sociales donde incluso los acusan de infanticidio en grado de tentativa, la madre tuvo la sensatez de echarse para atrás y evitar que su hijo fuera buleado por toda la eternidad. 


Si que alguien se llame Cruz debe ser de la fregada, imagina lector al pobre chiquillo con el color azul como complemento.


Felizmente la idea del profe Argote fructificó, ya que si antes uno tenía que apechugar todos los días de su vida con el nombre que le endilgaban, ahora lo podemos cambiar en cualquier oficina del Registro Civil.


Aunque para que la felicidad sea completa; los padres que le ponen nombres bien hojaldras a sus hijos deberían ser procesarlos por abuso de autoridad, abuso infantil, bullying, tormento sicológico y, sobre todo, por gandallas y pasados de lanza.


La corona de la CGCS para Miguel Hidalgo 


Como parte de los festejos del mes patrio, este lunes le tocó al personal de la Coordinación General de Comunicación Social montar una guardia de honor en el monumento a Miguel Hidalgo que está en el parque de Los Berros. 


Por falta de dinero, los trabajadores recibieron la orden de reciclar una corona usada horas antes y con ella cumplieron su compromiso. Además, varios empleados de la propia CGCS que laboran en la Torre Olmo (a siete kilómetros del lugar de la ceremonia) se quedaron con las ganas de asistir porque no hubo dinero para la gasolina de los vehículos que los trasladarían.  


Una de dos: o la austeridad le está pegando duro al gobierno estatal, o hasta el dinero para las coronas y la gasolina se están llevando los esbirros del Gobierno del Cambio.


Qué pinche vergüenza.


bernardogup@hotmail.com

 
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