Después Juana sería la encargada de hacer la cobranza quincenal con intereses y de depositar puntualmente el dinero a la financiera, solo así periódicamente le iban facilitando un mil pesos en calidad de préstamo.
Así acabó el sueño de “empoderamiento” de Juana, a quien ofrecieron dinero prestado para capitalizar su pequeño negocio de ropa, pues con tal afán se convirtió en colocadora de préstamos y cobradora de la zapatería, sin sueldo alguno claro está, y con dicha actividad descuidó su negocio, pues la cobranza le llevaba tiempo y dinero, no logrando en ocasiones siquiera recuperar lo de sus pasajes y el saldo de su celular mediante el cual cobraba.
Finalmente sucedió algo peor que la quiebra total de su negocio… las personas entre quienes colocó los créditos, tuvieron problemas y dejaron de pagar, entonces -dice- pidió ayuda a la financiera para que intervinieran y se hicieran cargo de la cartera vencida, pero le respondieron que no era problema de ellos, y que si los acreditado no pagaban, Juana debía pagar o se cobrarían con la propiedad de su aval.
En pleno ejercicio de la 11va. Semana Nacional de Educación Financiera este tipo de casos deben llamar la atención de las autoridades encargadas de la regulación y la supervisión financiera, para identificar -a tiempo- a las empresas que bajo un giro comercial se encuentren prestando servicios financieros sin contar para ello con la debida autorización. Pues como sociedad queremos estar seguros que nadie viole las leyes poniendo en riesgo nuestro patrimonio, que la escasa instrucción escolar y la pobreza económica no sean causa de abuso; y que en búsqueda de inclusión financiera con empresas que prestan ‘poquito, inmediato y con mínimos requisitos’ evitemos caer en un limbo legal que provoque indefensión si nos encontramos en el camino con “lobos disfrazados de ovejas” como la zapatería prestamista.
¡Ayude, si está o conoce de un caso así, denuncie al 2281148502, es mejor tener dudas que deudas! |