Yunes ha sido un manifiesto fracaso como gobernador y quienes pagarán los platos rotos seremos todos los veracruzanos, a excepción de aquellos a quienes él hizo millonarios. Para colmo, ha dicho que lo presupuestado para el ejercicio fiscal 2018 se lo gastará completito antes de diciembre, pese a que en 2017 y 2018 ha tenido recursos extraordinarios en fondos federales y los fondos recuperados por la PGR, de los que ha dispuesto con base en su regalada gana, en un desplante de autoritarismo y venganza política.
Y no solo eso: dejará una deuda pública estratosférica porque sus supuestos movimientos para disminuirla han sido verdaderos embustes dichos con el mayor cinismo. Aunque ha tratado de ocultar tras una cortina de opacidad cómo ha manejado el presupuesto público en los dos años en que ha gobernado, cálculos hechos por analistas financieros la sitúan hasta en más de 80 mil millones de pesos. Tan solo el Segundo Informe trimestral del Gobierno reconoce deudas de 11 créditos bancarios por 42 mil 201 millones de pesos, más los 16 mil 28 millones de pesos denominados “otros pasivos”.
A ese total se le suman los 3 mil 850 millones de los bonos cupón cero, que incrementan los saldos a pagar a la banca privada y de desarrollo por 63 mil 222 millones de pesos. Por concepto de pasivo contingente, recursos que deben las diferentes dependencias del estado, reporta un saldo por 7 mil 006 millones de pesos; provisiones a largo plazo por 10 mil 039 millones de pesos. Todo ello permite observar que la deuda supera los 80 mil 267 millones de pesos.
Si a eso agregamos los más de 8 mil millones de pesos que adeuda el Gobierno del Estado al IPE por dinero tomado indebidamente de la Reserva Técnica, y los 30 mil millones de pesos que se adeudan al SAT y a la SHCP por concepto de impuestos retenidos y no enterados al SAT (17 mmdp) y aquellos que no fueron enterados a Hacienda (13 mmdp), ya podemos imaginar el futuro inmediato de Veracruz.
Las benditas redes sociales
“Una consulta hecha por un gobierno que no está en funciones, que ignora la ley federal de consulta popular, financiada con donativos de diputados y que plantea un falso dilema es el fundamento para la decisión sobre infraestructura y medio ambiente más grande en décadas. Chido”. Esteban Illades @esteban_is
Con Yunes, cero inversión pública
Miguel Ángel Yunes encaminó el tren del gasto público pensando en que su hijo primogénito habría de sucederle; para lograrlo, destinó prácticamente todo el presupuesto formal a acercarle simpatías. Su combustible carácter, sin embargo, le valió una derrota histórica y una repulsa generalizada.
Nunca un gobernador en Veracruz había logrado en tan poco tiempo (menos de dos años) un rechazo tan evidente como el logrado por este político que buscó el cargo por décadas. Javier Duarte lo logró en cinco años, cuando todos los veracruzanos tuvimos la certeza de que todo lo que llegaba a las arcas lo transfería a cuentas e inversiones para su exclusivo beneficio, el de sus familiares y sus cómplices.
En 2017, el gasto público del gobierno yunista se orientó principalmente a acrecentar el aparato burocrático, pese a que el principal grito de asombro del choleño al asumir el cargo fue que había un déficit de 20 mil millones de pesos, lo que le permitió justificar ante la opinión pública el enorme despido de empleados supuestamente vinculados con las tropelías de su antecesor.
El monto total de recursos ejercidos el año pasado fue, según consta en el Cuarto Informe Trimestral del Gasto Público de 2017, de 144 mil 950 millones de pesos, un monto superior en 35 mil millones al de 2016, último de Duarte.
Aún con miles de despidos, el gasto operativo del gobierno creció en 7 mil millones de pesos, pese a que Yunes, un mentiroso de marca, difundió a los cuatro vientos que su gobierno sería cauto y se apegaría a un riguroso programa de austeridad. Una cuarta parte de los recursos adicionales se destinó a sostener una creciente y cara burocracia.
Entre las dependencias más beneficiadas en el primer año de gobierno figuraron la Secretaría de Educación (SEV), cuyas arcas crecieron casi 10 %, con 3 mil 838 millones extra, pese a que no hubo programas de mejora en la calidad educativa y cientos de planteles sufrieron incluso falta de maestros, y la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan), cuya ampliación presupuestal fue de 30 mil millones. Ambas dependencias concentraron 82 mil millones de pesos, de los 92 mil millones originalmente presupuestados para ese año.
La SIOP, que estaba a cargo del hoy senador Julen Rementería, vio crecer su presupuesto de 468 millones de pesos a una cifra cercana a los 2 mil millones, y el propio gobernador se sirvió con la cuchara grande, al disponer de 258 millones de pesos, el doble de lo que Javier Duarte se asignó en su último ejercicio presupuestal. Según algunos cálculos periodísticos, la oficina del gobernador pudo disponer de 700 mil pesos diarios. El rubro de Seguridad Pública, sin embargo, apenas tuvo un incremento de 10 por ciento entre lo que se le presupuestó y lo que ejerció, a pesar de la grave crisis de violencia criminal que sufrimos los veracruzanos.
En 2017, Yunes castigó duramente al campo. La Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca (Sedarpa), cuyo presupuesto originalmente destinado era de 804 millones de pesos, terminó ejerciendo apenas 314 millones, un recorte del 60 por ciento que significó castigar las inversiones en la producción primaria con 490 millones de pesos menos.
Para 2018, Yunes armó un presupuesto exclusivamente electoral
En contraste con su demagógica postura de que su administración había logrado transitar de un gobierno despilfarrador, corrupto e ineficiente, “a un gobierno austero, limpio, eficiente y cercano a la gente”, el presupuesto de 2018 fue armado con un enfoque evidentemente electoral.
Empoderó a la Oficina del Gobernador, lo que le permitió disponer libremente de millonarios recursos y crear 478 empleos (188 de base, 16 de contrato y 275 Empleados Temporales Administrativos).
Además, elevó desmesuradamente el presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol estatal) en 78 por ciento, al pasar de 548.4 millones de pesos en 2017, a 978.7 millones en 2018, un crecimiento que incluyó la contratación de cientos de operadores cuya única finalidad fue orientar los programas sociales a labores estrictamente proselitistas.
En contrapartida, Yunes Linares borró de un plumazo casi 500 millones de pesos al presupuesto de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, Rural y Pesca (Sedarpa), lo que significó una disminución de casi 60 por ciento, decretando que los campesinos de Veracruz debían sobrevivir de las raquíticas despensas con que quiso comprar sus votos en lugar de lo que hubieran podido producir en el campo. Un sector, por cierto, del que dependen más de 2 millones de familias.
En su campaña electoral en 2016, Yunes habría de decir lo que él mismo repetiría dos años más tarde: “Durante años el campo veracruzano ha estado en el olvido, basta recorrer las áreas rurales para percibir la desesperanza de la gente y darse cuenta que son utilizadas simplemente como reserva de votos por los gobiernos priistas para ganar elecciones, a estos gobiernos no les interesa ni su bienestar, ni su desarrollo”. ¡Achú!
Otras dependencias que subieron presupuestal fueron la Secretaría de Educación (en más de mil millones de pesos), la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan), la Dirección General de Comunicación Social y, particularmente, la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP), que vio incrementado su presupuesto, de un año al otro, en más de 170 por ciento, al pasar de 458 millones a 1 mil 245.8 millones de pesos.
Coincidentemente, en el año previo, tanto la Sedesol como la SIOP fueron las dependencias que recibieron el mayor número de observaciones graves por parte del Órgano de Fiscalización Superior (Orfis) a la Cuenta Pública 2017. Ya veremos cómo les va con tan enormes presupuestos en 2018, pues ambas ejercieron más de 2 mil 200 millones de pesos, un incremento en conjunto superior al 120 por ciento.
En 2018, Veracruz no levantó la cabeza… se hundió más
Según la versión del Miguel Ángel Yunes Linares de finales de 2017, cuando se aprestaba a apuntalar con mucho dinero del erario la campaña de su hijo, 2018 sería el año en que Veracruz empezaría a resurgir en todos los órdenes y que dejaría un presupuesto equilibrado, sin agregar un solo peso a la deuda pública. Eso lo dijo en su primer informe de gobierno, cuando también informó que el presupuesto de Veracruz pasaría de 102 mil millones a 114 mil millones de pesos, lo que permitiría empezar a resolver algunos compromisos del pasado.
No se pudo resistir a lanzar su consabida frase para negar cualquier opinión en contrario: quienes señalan que no se han resuelto los problemas que aquejan a Veracruz son los mismos que los crearon y que en el pasado aplaudieron a los corruptos de Veracruz o guardaron silencio frente a sus desmanes.
Con voz engolada, dijo que solo bastaron sus primeros 11 meses de gobierno para reducir el déficit y que en 2018 se podría alcanzar el equilibrio en las finanzas públicas en lo que sería un hecho histórico para Veracruz.
Meses después de su derrota, Yunes dejará en la ruina total el gobierno que, según él, como el Ave Fénix, renacería de entre sus cenizas.
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