Mientras, el dirigente del sector campesino, Juan Carlos Molina gana terreno y se coloca como puntero para encabezar a su partido por la vía de la consulta a la base.
Iría en fórmula con Anilú Ingram.
Del otro lado del mostrador se ubica Américo Zúñiga, quien después de un rechazo repetido a jugar por la dirigencia que de manera transitoria hoy ostenta, busca la supervivencia política ante serios temores de eventuales demandas federales y cero posibilidades de ser magistrado.
En la terna también se mueve o lo mueve Héctor Yunes, titiritero de Jorge Moreno Salinas, quien para no variar juega la apuesta del “tomatodo como ha sucedido desde el 2016.
Fidelistas, duartistas y pepistas se apuntan.
Ahí en larga lista de suspirantes deshojan la margarita Zayda Lladó, Octavia Ortega, Marlón Ramírez, Luis Sardiña Salgado, Silvia Domínguez, Carlos Aceves, Armando Moctezuma, Marco Del Angel, Guadalupe Porras y hasta una joven desconocida enviada por Elizabeth Morales, Damara Gómez.
De la lista anterior hay algunos verdaderamente impresentables por sus conocidas deslealtades a la par de raterías.
Acaso por ello Juan Carlos Molina le apuesta a la consulta a la base para evitar que los quistes de siempre se perpetúen.
El dirigente cenesista sabe que va de puntero siempre consciente –así lo ha declarado- de que la guadaña de la renovación tiene que llegar al tricolor si es que quiere salir del hoyo del tercer lugar a la puja por el poder.
Habrá que recordar que el PRI en su última elección perdió 400 mil votos “duros” que migraron a Morena a fin de atajar a Miguel Angel Yunes. “Y esa lealtad al partido que por 87 años fue mayoritario tiene que regresar con nuevas caras y nuevas propuestas”, asegura Juan Carlos Molina.
Acaso por ello el llamado “muchacho alegre”, sombrerudo y dicharachero, observe con optimismo las pocas posibilidades que tienen Américo Zúñiga y al propio Jorge Moreno, ambos perdedores de las gubernaturas de Pepe Yunes y Héctor Yunes.
Molina trae además una carta en la manga.
El 5 de noviembre llega al Congreso del estado con una representación popular, en efecto minoritaria ya que el PRI solo tiene tres curules. Sin embargo, esa minoría que no lo dejará de ser podría convertirse en una minoría mixta representativa con voto definitorio.
Escribe Bernardo Gutiérrez que la ecuación es sencilla “para que un partido tenga voz y voto en el Congreso local necesita tener tres diputados como mínimo”.
Y el PRI los tiene pero en un juego de intereses personales. Es decir, Erika Ayala, Jorge Moreno y Molina apuestan por sus intereses políticos y de grupo o sector.
Acaso por ello en estratégico movimiento político Juan Carlos Molina ha concertado la simpatía de 4 diputados de otros partidos que con él sumarán 5 para la causa legislativa que tendría voto. Mejor aún, si en ese escenario Erika y el mudo de Moreno Salinas podrían ser aceptados a ese grupo plural para integrarse a un frente de unidad.
En realidad todo suma.
El PRI necesita de coaliciones. Está en una seria desventaja ante el avasallamiento de Morena quien arriba con una abrumadora mayoría manifiesta en el poder ejecutivo y legislativo, no así en el municipal que está más dividido y repartido en los otros partidos políticos.
Ello de tal suerte que una dirigencia priista como la que propone Juan Carlos Molina pudiera eventualmente alcanzar una presencia sustantiva que marque el derrotero del 2014, es decir, para la sucesión gubernamental.
¿Qué es temprano?
Más bien se les está haciendo tarde debido a que los carroñeros del PRI están a la espera de los despojos y afianzarse en el tercer lugar que en las intermedias, es decir en la renovación municipal dentro de tres años, los haga desparecer como partido político.
En anteriores entregas sosteníamos que Juan Carlos Molina entraba a la puja por la dirigencia priista con una señalada “bendición” sin que se aclarara en este espacio que no era la bendición de Héctor Yunes Landa, quien –en efecto- es su compadre “¡pero no más!”
El 4 de noviembre pues, después de “muertos” habrá resurrección.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |