Y es que el encargado de la política interna del estado hace de todo, menos política. Cual “chivo en cristalería”, le ha traído más problemas que soluciones al ausente gobernador Cuitláhuac García Jiménez, con un protagonismo aderezado de una soberbia propia de quienes creen que las victorias y las derrotas electorales son eternas. Nada más equivocado.
El fracaso moreno en el “affaire” Winckler también tiene otros perpetradores. Uno de ellos es el coordinador de delegaciones del Gobierno Federal en Veracruz, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien sostiene una confrontación abierta con los demás grupos de Morena en el estado y que ha encontrado en el Congreso local el espacio natural para el cobro de afrentas y facturas, como resultó más que evidente con lo sucedido en los últimos días.
Mientras todo eso sucede, la violencia se recrudece en Veracruz y la gobernabilidad pende de un hilo. La Iglesia Católica veracruzana tomó nota de ello y en su comunicado dominical, la Arquidiócesis de Xalapa le dio una verdadera tunda al gobierno de Cuitláhuac García mediante un diagnóstico que, en honor a la verdad, no está muy alejado de la realidad.
“Pareciera que hay muchas cabezas y que las torpezas de unos pocos están echando a perder el poco trabajo de otros. (…) Y es que no se puede invocar la novatez y la curva de aprendizaje para justificar los desaciertos que en estos 74 días de la nueva administración gubernamental de Veracruz están a la vista de todos”, fustiga en el documento el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes.
Y sentencia: “no estamos para improvisaciones, seguramente se necesita evaluar los resultados y la eficiencia de los colaboradores del gobierno. Hay señales claras de que algunos ‘recomendados’ no están funcionando, y por lo mismo es tiempo de tomar decisiones. Se observa que falta oficio político y que el ambiente se está enrareciendo. No hay que esperar que el estado se encienda, para actuar”.
No es común que la jerarquía católica se le vaya a la yugular a un gobierno a dos meses de haber iniciado funciones. A menos que note un vacío de tal magnitud que esté dispuesta a llenar. Como parecen estar dispuestos a hacerlo también los grupos delincuenciales.
Si el gobernador García Jiménez no quiere que el estado se le vaya de las manos tiene que tomar con fuerza las riendas del gobierno y ejercer el poder. Y eso pasa por remover de sus responsabilidades a quienes sean inoperantes y dañinos. De lo contrario, las consecuencias pueden ser atroces. No para el régimen, sino para la población.
Esa decisión le correspondería tomarla a él. La pregunta es si se lo permitirá “ya saben quién”.
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