AHORA que se habla de pedir disculpas a países extranjeros por las ofensas que le hicieron a los mexicanos hace quinientos años, bien valdría la pena comenzar por nuestra casa y que el gobierno mexicano, pidiera, no disculpas, sino perdón, a los propios habitantes marginados de nuestro país, a quienes, por décadas se les ha estado debiendo lo que les corresponde como verdaderos mexicanos, que lo son, pero que ningún gobierno ha querido reconocer para no cumplir con los históricos compromisos contraídos.

Ahí están los campesinos en espera de que se cumplan las promesas que se les hicieron desde hace cientos de años, cuando se iniciaran los movimientos libertarios de mil ochocientos diez, para que se involucraran directamente en las luchas, ofreciéndoles una vida digna, tierras para trabajar y recursos para que pudieran desarrollar sus propias tareas cuando el país lograra pacificarse.

Nada de esto, de manera completa, se cumplió y solo fue una especie de aprovechamiento de sus fuerzas y de su propia condición de pobres, sin conocimientos, educación y menos las posibilidades de vivir mejor, aunque eso sí, libres de la opresión española, para pasar a ser esclavos de su propio país, pues nunca se les reconocido como verdaderos mexicanos y pasaron a ser empleados o servidores de las nuevas castas de ricos y poderosos señores que surgieron posteriormente a la lucha armada.

Vinieron otros tiempos, nuevas luchas internas dentro del país, etapas revolucionarias que ahora se consideran como las tres transformaciones anteriores que sirvieron, desde luego, para la conformación de lo que hoy es el México independiente, solamente oprimido por las fuerzas del poder que se van sucediendo en su gobierno y en los diversos sectores que se han adueñado de su riqueza, dejando, como siempre, a los más desvalidos en la evidente pobreza que abarca más del cincuenta por ciento de su población.

Hoy, vivimos, supuestamente en los inicios de la cuarta transformación y a nadie se le ha ocurrido pedir perdón a todos esos hombres y mujeres que esperan en todo el territorio nacional la verdadera reivindicación, que si bien no son los que lucharon en las pasadas épocas convulsionadas del país, sí son los legítimos herederos de los beneficios que se le debieron entregar a los que fueron a la lucha y dieron su vida por este país que se llama México.

Vamos, pues, comenzando por la casa y proceder a pedir el perdón a los pueblos marginados, a los que en estos tiempos, no han logrado obtener los beneficios que les corresponden, a los que les estamos debiendo gran parte del bienestar que tiene una mínima parte de los mexicanos, pues todos vivimos en esta tierra, y todos tenemos derecho a participar de la riqueza que posee nuestro territorio y que no sea, solamente, para unos cuantos.

Si de pedir perdón se trata, pues ahí tenemos la oportunidad de que tanto el gobierno, como la propia sociedad que se ha beneficiado por tantos años, los ricos que son poseedores de la gran riqueza mexicana, miren por primera vez a los pobres de México, a los que también han contribuido a la grandeza de esta nación a través de su trabajo diario, con sus esfuerzos por hacer producir la tierra, que por cierto, lo han hecho sin apoyos suficientes y con raquíticos recursos que obtienen por su labor de todos los días.

Son tiempos, pues, ahora que se recuerda el tema de las disculpas, de que se cumpla con todos los mexicanos, por igual y sin establecer diferencias por ningún motivo, porque todos nacimos en esta tierra y tenemos el derecho que nos corresponde por ser también mexicanos, sin mediar color, pensamiento político, siglas o cualquier pretexto que se ocurra para menospreciar a los que también, son hermanos nuestros.

Cuando hayamos cumplido con nosotros mismos, cuando se haya obtenido el perdón y las disculpas de todos aquellos que hemos marginado, en nuestro afán de establecer desigualdades, entonces estaremos en condiciones de pedir que otros pueblos lo hagan con el nuestro, si es que hay pruebas suficientes y contundentes de que así haya sido, pues a quinientos años de distancia, la historia se ha venido escribiendo conforme a intereses particulares y solo bajo el criterio de quienes lograron subsistir, por lo que no estamos seguros de que sea verdad.

No podemos reclamar algo que no sea justo, pues nadie sabe, con exacta precisión, lo que verdaderamente haya sucedido, porque versiones hay que pudieran ser contradictorias y malas entendidas.

La verdad de los hechos, nadie la sabe con exactitud y menos para pedir disculpas o perdón, pues de un día para otros, en nuestros tiempos, hay desacuerdos de los hechos que se suceden, imagínese usted, amigo lector, que no ha pasado después de transcurridos por lo menos quinientos años que dice la historia, tuvieron lugar estos acontecimientos.

Lo que sí es verdad, es que en nuestro país, la deuda con los más necesitados, con los pobres, con los marginados, es muy grande y evidente por cualquier lado que se le  quiera ver.

Entonces, a disculparnos primero, con nosotros mismos, por no haber cumplido con los compromisos que tenemos con nuestros hermanos mexicanos, que históricamente, los hemos mantenido fuera de los beneficios que les corresponden por derecho en este país, y esperar que nos perdonen, tanto al gobierno como a la sociedad que no han sabido mirar con buenos ojos a los que viven marginados.

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VAYA, QUE DE ALGUNA manera, la experiencia se impone y esto se ha estado observando en la propia legislatura del Estado, donde el Presidente de la Mesa Directiva, José Manuel Pozos Castro, ha logrado mantener la nave bien estabilizada, aunque hayan ocurrido hechos que ponen en duda el verdadero quehacer de la diputación que integra el Congreso local, donde políticamente no se lograron concretar los deseos de quien manda en Veracruz, para poner fuera, por ejemplo, al Fiscal del Estado, Jorge Winckler pero sí estableciendo, finalmente, su propia autoridad al considerar improcedentes los juicios políticos que dieron mucho de qué hablar, en tiempos, todavía convulsionados por el cambio de estafeta en el gobierno del Estado.

Hasta ahora, las cosas están marchando conforme a los propios compromisos legislativos y cumpliendo, propiamente, al pie de la letra con el quehacer que esta diputación local corresponde.

Por eso, decíamos, finalmente, la experiencia se impone, porque tarde o temprano, se van encausando los problemas y se van solucionando los conflictos que ahí se van presentando.

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ENTRE LOS ASPIRANTES a dirigir los destinos del Partido Revolucionario Institucional, destaca, desde luego, la capacidad y la experiencia política de Marlon Ramírez, a quien, por cierto le han indilgado tener una relación directa con personajes de la vida pública de Veracruz, en el pasado y que no tienen, ahora, una buena imagen en la vida pública del país.

De cualquier manera, todo indica que Marlon, es el candidato mejor posicionado, por lo que no habrá sorpresa alguna que resulte electo por la poca militancia que le queda al tricolor.

Desde que fue Subsecretario de Gobierno, Marlon Ramírez, ha aspiraba a la dirigencia estatal de esta organización política en la que ha participado siempre y ha sido uno de sus mejores operadores políticos.

De ahí que esta es la oportunidad para que demuestre de qué esta hecho, es decir, de que tiene voluntad para lograr lo que ya se considera un enorme reto para sacar adelante a este partido político.

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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

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