Los gobernantes en la actualidad son más cínicos. Se roban todo el dinero del erario pensando que es suyo y jamás destina el presupuesto para lo que fue etiquetado. Por ello, hoy vemos a un presidente municipal que se atreve a inaugurar la pavimentación de una cuadra de equis colonia con un costo millonario, cuando antiguamente, asfaltaban la colonia completa con la misma cantidad de dinero.
Cada día me convenzo más, que la culpa no es de ellos, totalmente. Como ciudadanos nos hemos abandonado. Respondemos más a los miedos que ha enfrentarlos, exigirles, a demandarlos por su incapacidad y exigir la destitución de sus cargos.
Un día, me senté a observar a la gente que circulaba en las cercanías de una manifestación que iniciaría en el Tranvía del Recuerdo en contra de la privatización del agua. El vaivén de la multitud que está presa de una cotidianidad. Presa de su entorno inmediato, que como robot baja de un camión de pasajeros destartalado -del cual le cobran una tarifa como si fuera de primer mundo- caminando aprisa, pensativo, ensimismado. Tal vez ve sin realmente mirar. Se molesta porque ese grupo de revoltosos impidieron el paso de la sardina con llantas y tendría que caminar para llegar a su destino. Maldice, sin darse cuenta de que ellos exigen por un derecho que le atropellan también a él.
Me abruma ver que existen muchas necesidades, pero que nadie hace algo para mejorarlas. Son muy pero muy pocas las personas que se encuentran alertando, trabajando o luchando por una causa.
Mientras tanto, las abrumadoras temperaturas nos agobian. Pero tampoco hay un indicio de que algún gobierno haga algo para sancionar a quienes contribuyan a mejorar las condiciones no tan sólo del país, sino en el mundo, como es el calentamiento global.
Existe un muy pequeño grupo de personas, cada quién utilizando una trinchera para llevar a cabo su propia lucha. Unos por los ancianos, otros por los derechos de los niños y mujeres, por allá otros a favor de los animales y medio ambiente. Y mientras tanto, quienes hacen las leyes, los diputados y senadores, lanzando iniciativas débiles y absurdas, como la que lanzó Cristina Tello Rosas, diputada de Morena de Puebla, quien propuso matar perros y gatos callejeros para evitar la proliferación de estos, cuando una propuesta mejor es endurecer la Ley de Protección Animal con sanciones hasta con cárcel, a quienes abandonen a un animal de compañía.
No vemos que el gobierno ni de antes ni de ahora, se haya o se preocupe por impedir que se continúen fabricando recipientes de unicel, utensilios de plástico y bolsas, latas, popotes; y además, sancionar con multas económicas a quienes arrojen basura a la vía pública o que se sigan envasando refrescos que contribuyen a la diabetes. Tampoco vemos leyes que impidan que las ensambladoras de autos continúen fabricando automóviles operados por gasolina, la cual contribuye a la contaminación ambiental. Ordenar la verificación ambiental, no sirve de nada, cuando el problema se puede erradicar de raíz.
Lo mismo con la Comisión Federal de Electricidad, quien debería de estar diseñando esquemas de energía solar tanto residencial como industrial y así impedir que el calentamiento global se incremente un grado por año. Un sistema amigable a través de paneles solares para la generación de energía, sin tener que instalar hidroeléctricas que abonan a las radiaciones que afectan la salud de quienes viven a sus alrededores como para sus trabajadores.
Pero el negocio del gobierno es ese. Vivir a costillas de los ciudadanos a través de la recaudación. Generar recursos para que puedan continuar robando sin regresar un solo beneficio para los gobernados. El problema es detectable. Pero ni antes ni ahora hacen algo. Recuerdo que, en campaña, Andrés Manuel López Obrador habló sobre un ambicioso plan de desarrollo. Resulta que solo existía en su imaginación, porque a cinco meses de su administración, entregó un escueto Plan de Desarrollo, elaborado con “mesitas” de trabajo con escuetos grupos conformados por los propios Morenos.
El gran problema de México, ésta centrada entre la opacidad, la corrupción y la impunidad. Tres elementos fundamentales para que un país esté como lo está actualmente México. Rico y pobre. Quebrado en su espíritu. Quebrado en sus grandezas.
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