Cierto es que en los tiempos de Herrera y Duarte no había ganado un López Obrador con más de 30 millones de votos; tampoco existía la austeridad que hoy se experimenta, y mucho menos el PRI vivía la crisis interna y económica que atraviesa hoy, pero aún así, algo habrían sacado de la chistera (obscura o no) para generar resistencia.
Y aunque sus desenlaces fueron diametralmente opuestos, uno en la cárcel declarado culpable y otro buscando consolidar su salud, más de un priísta reconoce que fueron tiempos de dominio en un Veracruz que no se vislumbraba gobernado por el PAN, mucho menos por un partido que comandara López Obrador.
Se acabaron, al menos por un buen rato, aquellas épocas donde el PRI creaba partidos satélites, o bien, se daba el lujo de escoger alguno para dicha tarea, como lo hizo con el Verde Ecologista, mismo que paradójicamente hoy (de la forma que sea) goza de mayor salud electoral que el propio tricolor.
Buena parte del priísmo en el País considera que, con la inminente llegada de Alejandro Moreno a la dirigencia nacional, Morena y AMLO tendrán a su partido satélite buscando consolidar su dominio rumbo a las elecciones intermedias.
En Veracruz, además de los diputados federales, se renovará la legislatura local y también presidencias municipales. ¿Qué ocurrirá con el PRI estatal?, ¿pondrán resistencia a la presunta corriente interna “pro López Obrador”, o sucumbirán ante una “instrucción superior”? Veremos.
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