Aquel 14 de abril de 2017, un día antes de la detención de Javier Duarte, su servidora escribía la columna “Mientras López Dóriga tuiteaba” en relación a la foto que circuló el Teacher en sus redes sociales sobre que Duarte estaba en Canadá. En la misma columna refería que toda la familia Duarte Macías salía aparentemente de vacaciones de Semana Santa de Tuxtla Gutiérrez al vecino país de Guatemala pero que habían hecho escala en el aeropuerto de Toluca. Un recorrido realmente extraño, considerando la cercanía de Tuxtla con Centroamérica.
Antes de finalizar mi columna recuerdo que escribí: ¿Estaremos cerca de una detención negociada después de las vacaciones de Semana Santa? La sorpresa llegaría en menos de 24 horas. El 15 de abril, aproximadamente a las 8 de la noche, el ex gobernador veracruzano era detenido.
Las preguntas siguientes a esa columna se resumieron en una ¿Crees que haya sido negociación?
La respuesta también se resumió: Dependerá de las acciones que ejerzan las autoridades.
Con el paso del tiempo nos fuimos dando cuenta de que sí fue puro show. Los errores de la autoridad federal en las audiencias, los privilegios a Duarte en el reclusorio, la reclasificación de los delitos que se le imputaban, la pena irrisoria del juez. Incluso, el entonces presidente electo Andrés Manuel López Obrador después de la sentencia declararía: “Todo es puro circo, imagínense cuánta tinta, cuántas palabras, cuántas imágenes, cuánto show por estos asuntos para terminar en una sentencia como la que se dio a conocer".
Ahora, las cosas cambian de cancha y más cuando Duarte de Ochoa ha salido a la palestra a decir que su detención fue pactada con mandos del ex Presidente Enrique Peña Nieto; que todo estaba totalmente calculado para ello, a cambio de que dejaran tranquila a su familia. No conforme con ello, hasta declaró que Peña le dio dinero por cargo de conciencia y con éste pagó al entonces Procurador Alberto Elías Beltrán para que le reclasificaran el delito de delincuencia organizada por asociación delictuosa. No cabe duda que Duarte quiere jugarle al testigo protegido de la Fiscalía General de la República a cambio de proporcionar información que él considera valiosa. No cabe duda que otro circo se está tramando desde el Reclusorio.
Otra noticia igual de escandalosa que la anterior, pero con el plus de que va implícita la vida económica y estable de los mexicanos, es la renuncia del Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa.
Si bien en lo que va del Gobierno de López Obrador se ha logrado estabilizar la inflación, después de la renuncia de Urzúa, quién sabe cómo nos vaya, pues al salir a la luz la carta de su renuncia, el peso cayó al igual que la Bolsa Mexicana de Valores.
Sin duda, la baja de Urzúa es lamentable, a pesar de su declaración de que las abuelas cuidan mejor a los nietos y que ellas deberían recibir el dinero de las estancias infantiles que se les daría a los padres.
Urzúa era como un contrapeso entre lo que sí se podía hacer y lo que se pensaba hacer económicamente hablando. Un hombre respetado por su trayectoria, que incluso algunas veces parecía contradecir las palabras del Presidente, como aquella vez de los precios de las gasolinas, o a los legisladores de Morena, con el asunto de las comisiones bancarias.
Antes de dejar Hacienda, Don Carlos deja entrever algo más que su agradecimiento en su renuncia: decisiones de política pública tomadas sin sustento, funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública y principalmente conflicto de interés. Integrando todo en una palabra, Urzúa señala que dentro de Hacienda hay Corrupción.
¿Hará el presidente algo al respecto o lo dejará pasar?
Creo que AMLO debe solicitar una investigación al respecto, pues su bandera política es acabar con la corrupción en el país, de lo contrario, su omisión quedará para siempre plasmada en la carta de Urzúa.
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