Hay personas que toman muy en serio la relación con su perro, al grado que hay quienes les dicen (decimos) perrhijo o canhijo.
El afecto que se le puede guardar a una mascota o compañero canino es tan fuerte que incluso, hasta puede ser usado por la delincuencia… ¡en serio!
A lo mejor usted habría escuchado del secuestro o robo de perros, ambos casos distintos. En el primero, se busca obtener un beneficio económico; en el segundo, se pretende el criadero ilegal… el caso que no me quiero imaginar, es el de sustracción de canes para usarlos en el entrenamiento de perros de pelea, como alguna ocasión lo leí en “Los Perros Duros no Bailan”, de Pérez Reverte.
Bueno, pues estos escenarios los había escuchado fuera de Xalapa hasta que una vecina, de ésas que uno se encuentra en los paseos habituales de nuestros canes por el parque me dijo: “¿Ya sabe la nueva modalidad en el robo de mascotas?”
¡Ya saben! Algo así como “el primo de un amigo mío” le contó que en la zona de Las Animas o la avenida Araucarias, la verdad no recuerdo ese dato, desapareció un perrito. Clásico, se pone anuncios en las redes sociales así como letreros en los sitios donde uno cree que puede ser zona de extensión del extravío. Como es habitual, se ofrece una recompensa que va entre los 2 mil o 5 mil pesos, según la situación económica de los dueños.
Al poco tiempo, se recibe una llamada telefónica donde avisan que se tiene bajo resguardo a la mascota y se ofrecen a entregarla, salvo que hay algunos detalles que se tienen que superar pues se invirtió en acudir al veterinario porque al parecer, el can venía enfermo; agregue que los medicamentos estaban algo caros y aunque no lo crea —así me lo asegura la vecina— hay documento de un supuesto médico veterinario que sustenta lo dicho por los “rescatistas”... en resumen, el dueño, aparte de la recompensa, desembolsa algo así como 5 mil pesos extra.
¡Claro! difícil acusar de “ladroncinio” (de robarse al que ladra) a alguien a menos que sea en flagrancia y no sé si haya manera de acudir ante el MP porque creo que no hemos llegado a esos extremos en nuestros quehaceres legislativos para llegar y decir: “Me robaron a mi perro”... a menos que me corrijan las autoridades y esté equivocado.
Mientras, no queda otra más que cuidar a nuestros canhijos que al parecer, ni ellos se salvan de la delincuencia.
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