Entrados en la segunda década del siglo XXI, su entorno social fue violento: cocaína muy rebajada a cincuenta pesos el sobre; marihuana gratuita para adentrarse o ser adentrados en el mundo de la drogadicción; alcohol adulterado a la mano…
En el caso de los muchachos: mujeres mayores y atractivas a su disposición; armas “regaladas”…
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Era el gancho…
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Una vez adentro todo cambió: en forma abrupta se enteraron del precio por lo recibido.
Había que pagar en efectivo lo recibido antes y el acceso a más drogas de las que se volvieron dependientes…
Por las mujeres…
Por las armas: ya no para lucirlas sino para usarlas…
Matar o morir fue la consigna vuelta condición de vida por parte de los grupos delincuenciales a cargo de las docenas de muchachos y muchachas.
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Había que captar “clientes” y nuevos miembros para ´halconear, secuestrar, robar, someter, cobrar cuotas para pagar cuota, volverse ´hombres´ en forma repentina a fin de sobrevivir…
Matar y evitar ser asesinados.
Quien los atrapó los condujo a enfrentarse a otros enredados por cárteles rivales.
Todos convertidos en carne de cañón.
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Un fin de semana se organizó la fiesta en el domicilio de una muchacha que apenas rondaba los 18 años.
Las fuerzas federales se enteraron del evento juvenil y de los productos que allí se consumirían: drogas y alcohol.
Hubo operativo y detuvieron a varias docenas.
La anfitriona fue tratada como adulto y acusada de narcotráfico.
Era inocente.
Apenas reflejaba la soledad de una familia disfuncional y le aguardaban muchos años tras las rejas.
Alcohólico, su tutor –el padre- le garantizaba cotidianamente dinero y “libertad”; de lo demás se encargaba una sociedad en plena descomposición a niveles nunca vistos.
La detenida paró en una cárcel federal de Zacatecas.
Su padre vendió todo lo que pudo.
Un político “generoso” compró a mitad de precio el sitio donde fue “la fiesta” que marcó destinos.
El abogado especializado cobró cientos de miles por llevar la “defensa”.
Nada del otro mundo…
Sin alegatos jurídicos; sin reflexiones sobre la ley; mucho menos algún debate ante la fiscalía…
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La salida resultó sencilla: el juez federal a cuyas manos llegó el proceso pidió –nomás- tres millones de pesos por una firma…
De los legajos y el montaje se encargaron los ayudantes, en nómina pública.
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Del lujo padre e hija pasarían a vivir en una colonia popular.
La libertad de la joven -tras poco más de un año encerrada- valió la pena para ella y el progenitor que murió a los pocos meses.
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La anterior es una historia real sobre la corrupción social pero también sobre la pudrición de las instituciones impartidoras de justicia en el ámbito federal.
Para un juez, en ese ámbito, una simple firma le puede generar tres millones de pesos o mucho más.
Total, para eso estudió…
Y para eso “el sistema” sigue funcionando intacto.
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La estructura de procuración y aplicación de justicia en el terreno estatal se mueve bajo la misma lógica: la corrupción, incluyendo los miasmas políticos.
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Este viernes se decidirán los nombres de trece nuevos magistrados del Poder Judicial en Veracruz.
Veremos de qué está hecha la 4ta Transformación estatal en esos terrenos, ciertamente pantanosos por definición…
Trece togados o el incremento de los siete pecados capitales.
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