Resulta que su padre, un profesor normalista rural, era originario de Chicontepec (su madre del Valle del Mezquital, Hidalgo), por lo que ella se siente veracruzana, pero además el artículo 11 de la Constitución Política local le otorga la “nacionalidad” jarocha por el derecho conocido en el argot jurídico como ius sanguinis, o sea por el derecho de sangre (de su padre).
En “Prosa aprisa” del pasado 29 de septiembre, con el subtítulo “Una funcionaria que sí viene a trabajar”, comenté:
“Rara avis de la política, la Subsecretaria de Bienestar del gobierno de AMLO, Ariadna Montiel Reyes, vino el miércoles 25 a Xalapa a trabajar sin hacer mayor ruido: llegó a la hora de la comida, hizo unas breves declaraciones a unos cuantos reporteros y se encerró a revisar el estado de los programas sociales en Veracruz, hasta que le dio la noche y paró.
Le puso una estrellita en la frente al súper delegado Manuel Huerta, dijo que es uno de los mejores de los 32 que hay en el país y reconoció que Veracruz es uno de los estados con mayores avances en la entrega de apoyos a la población y en la instrumentación de los programas sociales prioritarios como pensión de adultos mayores, a personas con discapacidad y el programa de niñas y niños en estancias infantiles.
Lo extraño es que no se supo que se haya entrevistado con el gobernador Cuitláhuac García Jiménez ni para tomarse una foto juntos, ¿por qué?, ¿qué instrucciones traía? En cualquier Estado la primera autoridad es la primera autoridad.”
Esta vez, acompañada de Manuel Huerta, supervisó en la Huasteca veracruzana el pago de las pensiones a casi ocho mil adultos mayores y a cinco mil personas con discapacidad, así como el trabajo que realizan los llamados Servidores de la Nación.
Lógicamente, no perdió la oportunidad para platicar con quienes ella considera sus paisanos e incluso les adelantó que para el próximo año se proyecta aumentar las pensiones para los adultos mayores.
Les dijo que los visitaba con el compromiso presidencial de atenderlos primero por su condición de pobreza y como integrantes de pueblos originarios, escuchó a todos los que quisieron hablar con ella y hubo un momento en que les dijo que estaba muy feliz de estar “en mi tierra, Chicontepec”.
Qué cosas, ella ha llegado a decir que fuera de su trabajo en el Gobierno de México lo suyo es bailar salsa, pero que ahora ya no le queda tiempo para hacerlo, aunque en ninguna de sus dos visitas oficiales se ha reunido con el gobernador, salsero como ella. Mantiene la distancia, pues.
Ella empezó a incursionar en política como militante del Partido de la Revolución Democrática y de su corriente Izquierda Democrática Nacional, partido en el que ocupó cargos en el entonces Distrito Federal, ya fue senadora suplente de la actriz María Rojo y de 2012 a 2015 fue diputada a la entonces Asamblea Legislativa del Distrito Federal, de la que fue presidenta de la Mesa Directiva, y en 2015 fue electa diputada federal.
Su nombramiento actual lo adelantó el entonces presidente electo López Obrador el 14 de agosto de 2018 y el 1 de diciembre de ese mismo año entró en funciones.
Tiene tablas políticas, pues, defiende su derecho de sangre como veracruzana, es cercana al presidente (sobre todo eso) y ha empezado a visitar el Estado, que es posible que en plan de trabajo (tiene a su cargo algunos de los principales programas sociales de la 4T) empiece a recorrer aunque sin hacer mayor ruido.
Y la apapachan. Parece ser que hay instrucciones desde el altiplano que la muestren o que la dejen que se muestre y que también la cuiden. ¿Acaso la están mandando ya a calentar el brazo (para usar términos beisbolísticos, el deporte favorito de AMLO) por si tiene que entrar de relevo a la lomita de las responsabilidades por si falla el actual pitcher? ¿O para encarrilarla para que sea abridora en 2024?
Todo pareciera indicar que en Morena ya no quieren correr el riesgo de postular a alguien sin experiencia política y la novedad sería ahora, como mayor atractivo para el electorado, que se eche mano de una mujer para, además, hacer valer la paridad de género, una mujer de las confianzas de quien decide, quien, me han deslizado, quiere demostrar a propios y extraños que tiene una buena reserva humana de que echar mano en el momento en que lo necesite.
Dos meses ya y AMLO, sin regresar
Vamos ya para sesenta días, dos meses, que el presidente Andrés Manuel López Obrador rompió sus visitas mensuales al Estado.
Desde que estuvo en los hospitales rurales de Papantla y Plan de Arroyos, el 30 de agosto, lugares donde cumplió su novena visita, dejó de venir con la frecuencia con la que lo había venido haciendo.
Tal vez consideró que ya estaba bueno de estar viniendo a apuntalar al gobernador Cuitláhuac García Jiménez cuando tiene muchos otros asuntos que atender en el país.
Desde julio había dejado ya de hacerle reconocimientos públicos para enfocarse más de lleno a sus programas sociales en el Estado, tarea en la que ha estado y está metido el súper delegado Manuel Huerta.
En varios espacio periodísticos se ha comentado ya que el Gobierno de México decidió tomar la iniciativa y atender directamente el Estado, incluso han llevado reuniones de trabajo que debieron celebrarse en Xalapa al Palacio Nacional.
Y Trump, preocupado “por las debilidades de México”
En el portal del diario Reforma se publicó ayer al anochecer que el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Christopher Landau, reveló en un foro que el viernes pasado, luego de lo ocurrido en Culiacán, platicó “por mucho tiempo” por teléfono con el presidente Trump y este le dijo que “está muy preocupado por las debilidades de México” (eso en el lenguaje diplomático, que traducido puede entender como “las debilidades” del presidente López Obrador).
A ver si no se quiere aprovechar ahora de la situación y plantearnos más exigencias (su muro lo construyó siempre, pero con la Guardia Nacional, que está dedicada a cuidar que no pasen los migrantes en lugar de estar combatiendo al crimen organizado).
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