Prosa Aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
 

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¿Más de lo mismo, para el segundo año?
2019-12-02

Este lunes amanecemos ya en el segundo año de gobierno de Morena, el que en el Estado encabeza Cuitláhuac García Jiménez.


En su comunicado de ayer domingo, la Arquidiócesis de Xalapa resumió y sintetizó el resultado del primer año: hay más desencanto que satisfacción.


Se esperaba que al arrancar la segunda etapa de la gestión sexenal el gobernador emitiera un mensaje que diera aliento al pueblo veracruzano. No lo hubo.


Hace un año había el interés que había despertado la expectativa de un nuevo gobierno que pintaba para ofrecernos algo nunca visto ni vivido por lo novedoso que resultaría. Los hechos hasta ahora han derivado en la decepción.


El segundo año abre la oportunidad para demostrar que ya aprendieron y que pueden por sí solos; trece meses después ya no pueden seguir echándole la culpa a los de atrás y tienen que asumir su propia responsabilidad.


Esta vez, a diferencia de diciembre de 2018, ya no cuentan con el apoyo abierto del presidente quien no ha venido a respaldar al gobernador como lo hizo entonces al segundo día de su mandato.


Pero tampoco tienen el mismo respaldo de buena parte de la población que fue a votar por la opción que representaban; a diferencia de entonces, ahora hay en muchos, desencanto, incredulidad, desconfianza, enojo.


La administración pública ha entrado en el segundo año de ejercicio con una gran irregularidad: la falta de un titular de la Fiscalía General del Estado (en apariencia autónoma), que desde septiembre tiene solo a una encargada.


Se cumplió un año de gobierno caracterizado por el subejercicio de recursos públicos: en la SIOP, en la Sedesol, en la Sedarpa. Hay responsables confesos de ello pero ninguna intención de sancionarlos.


La próxima semana deberá comparecer el gobernador ante los diputados locales con motivo de su Primer Informe de Gobierno. Tal vez entonces diga a los veracruzanos qué pueden o deben esperar para 2020.


Ayer viajó a la capital del país para apoyar al presidente, quien también inició su segundo año de gobierno. Es total la dependencia de la administración cuitlahuista de la del gobierno de López Obrador, como lo ha sido hasta ahora.


Sí se puede pero no se debe estar atenido solo a lo que decida el gobierno central del país porque si bien las políticas generales aplican para la totalidad de la nación, Veracruz tiene sus propios problemas y necesita un diseño especial para enfrentarlos.


¿Qué podemos, qué debemos esperar para 2020? La máxima autoridad, que debió darnos el panorama, siquiera un “norte”, nos dejó ayer ayunos de noticias. Se entendería, entonces, que más de lo mismo.


Pero los veracruzanos, sin duda, estarán atentos y me atrevo a pensar que todavía esperanzados en que el gobernador dé el estirón e inicie la nueva etapa que saque a Veracruz de la crisis en que está.


Por la unidad, tan necesaria, es de esperarse que se evite un enfrentamiento con la Iglesia y que se atiendan los lazos de entendimiento con las autoridades universitarias, que en el año que concluye si no se rompieron sí se laxaron, se aflojaron como no se esperaba por la condición de académico del gobernante.


Puede que el mandatario dibuje el escenario para 2020, aunque también podría hacerlo una vez que se apruebe el nuevo Presupuesto de Egresos de la Federación y se sepa con certeza cuánto le va a tocar a Veracruz.


Hay un dato que no se puede perder de vista: el 95 por ciento de los recursos del Estado provienen del presupuesto federal. Sobre eso va a girar el presupuesto estatal.


Por eso mismo las autoridades estatales necesitan del apoyo de los sectores estatales, en especial de la iniciativa privada, para navegar, hasta donde se pueda, con luz propia. Pero por ahora no hay el mejor entendimiento. Ya se verá sí hay la voluntad política de mejorarlo y fortalecerlo.


Confiemos en que en los próximos doce meses las cosas mejoren. Pero todo dependerá de la voluntad del gobernador, de él y de nadie más que de él.


De naufragio y oscuridad habla la Arquidiócesis


En su comunicado de ayer domingo, al cumplirse un año de los gobiernos de Morena, la Arquidiócesis de Xalapa afirmó que, lamentablemente, se ha provocado más desencantos que satisfacciones.


Coincidentemente, la Iglesia católica inició el mismo día un nuevo año litúrgico con el tiempo del Adviento, que dura cuatro semanas y es una preparación para la Navidad.


Suscrito por su vocero José Manuel Suazo Reyes, el texto alude a la realidad que se está viviendo. “Tenemos momentos como de naufragio y de oscuridad… la vida presente está caracterizada por la incertidumbre que provoca desconfianza, críticas amargas, desencantos, dudas, escepticismos, especulaciones, mentiras, agresiones y desánimos”.


En ese contexto engloba la violencia e inseguridad, la pobreza extrema, la mala calidad en los servicios de salud, la escasez de medicinas, la crisis económica y social, las vías de comunicación destrozadas y las áreas públicas abandonadas.


Para la Iglesia, las manifestaciones de protesta que se realizaron también ayer domingo son la respuesta a “un sistema que no responde a sus necesidades y que está atentando contra las instituciones y las libertades fundamentales. Es el cansancio y el malestar que todavía busca canales para encontrar una respuesta”.


Si alguien tiene contacto con la población y la escucha esos son los sacerdotes, los guías espirituales de una inmensa mayoría de la población. Por eso su voz no debe ser desdeñada y debe ser atendida. Su opinión de ayer es una voz de alerta. El pronunciamiento ocurrió oportunamente: al final del primer año e inicio del segundo del gobierno cuitlahuista. Su diagnóstico es preciso. El remedio lo tiene que dar el gobierno.


Una buena servidora pública


A Rosa María Hernández Espejo la conozco desde que reporteábamos juntos desde mis años de juventud (lo aclaro porque yo ahora soy adulto mayor pero ella sigue siendo joven). Viajamos juntos a Cuba por mar. Cursamos juntos una maestría en Comunicación. Nunca perdimos el contacto cuando manejé áreas de prensa oficial y ella siguió conduciendo noticiarios de radio.


Ahora me da gusto verla en el servicio público (ya fue regidora del ayuntamiento del puerto de Veracruz), como subdelegada de Programas para el Desarrollo del gobierno federal en el Estado, cuyo responsable es el delegado Manuel Huerta.


Más me da gusto por su congruencia: si como periodista exigía a los funcionarios dejar sus cómodas oficinas e ir a donde están los problemas para atenderlos o llevar las soluciones, ahora que está detrás del mostrador ella lo está haciendo, incansable y responsablemente.


Apenas el pasado fin de semana tuvo un nuevo acercamiento con estudiantes de la zona Veracruz-Boca del Río-Medellín, Jamapa-Manlio Fabio Altamirano, durante la entrega de becas “Benito Juárez” en las que el Gobierno de México destina más de 700 millones de pesos.


A mí no me cabe duda que mucho del éxito que la causa del presidente López Obrador tenga en el proceso electoral de 2021 se deberá a la dupla Manuel Huerta-Rosa María Hernández Espejo. Ella dignifica, de paso, al gremio periodístico en el servicio público. Se lo tengo que reconocer, y es lo que hago.


 

 
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