El fin de semana fuimos a ver “Parásitos”. La Mujer, maravillada; yo, quizás un poco decepcionado, no tanto por la película, pero sí por lo que considero un exceso de premios de la Academia a tal, que me hicieron recordar algunas escenas de nuestra política en años, muchos años pasados. “Parásitos” es una gran comedia negra, fabulosa, que en la sala del cine hizo estallar en algunos momentos, las risas del público; si bien refleja un escenario de la Corea de Bong Joon-ho, su director, creo que en eso de la comedia negra nos pintamos solos y baste recordar dos películas que igual, plasman nuestra realidad que aún persiste con todo y Cuarta Transformación: La Ley de Herodes y El Infierno.
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Le decía a la Mujer que tenía la sensación de que la Academia, a través de “Parásitos”, acababa de descubrir la desigualdad social así como el oportunismo con el que muchos ciudadanos tienen que vivir ¡para sobrevivir! como el hecho de “cachar” el wifi de los negocios cercanos o el de la vecina… acá, cuántas familias no conoce que hayan roto el esquema del proveedor único para que cada miembro de la casa, en quincena, ponga sobre la mesa su salario para compartir pagos… que para la despensa, para el internet, para el celular, para la renta, para los camiones… y hablamos de quienes se esfuerzan por trabajar y vivir honradamente, aunque nuestro sistema los explote.
Hace unos años, cuando Jardines de Xalapa era asolada por atracos a transeúntes, robos en casas y cristalazos a autos, se dejó escuchar la leyenda que quienes cometían estos delitos pertenecían a una familia que vivía a unas cuantas cuadras de la unidad habitacional… tan así era esta familia, que ya contaban con un abogado que se sabía el teje y maneje para que, si por angas o mangas cayera alguien detenido, pronto saliera del bote.
Pero les decía al inicio que la fascinación de la Academia por “Parásitos” me hacía recordar algunas escenas de nuestra política hace algunos años que por respeto a sus protagonistas, me reservo sus nombres:
El primer caso fue el de una mujer de reconocida familia de Xalapa que se lanzó como candidata a diputada… en una de las entrevistas, esta dama casi rompe en llanto cuando narra que en sus recorridos por las colonias de la Atenas Veracruzana vio a mucha gente en condiciones de pobreza extraordinaria… sí, estaba descubriendo el Xalapa que nunca antes tuvo necesidad de pisar.
El segundo caso, de una periodista. Acababa de estallar el movimiento zapatista y la efervescencia por conocer al Subcomandante Marcos hizo a muchos lanzarse a Chiapas para entrevistarlo… allá, esa periodista descubrió las terribles condiciones en que la gente sobrevivía a su miseria… sí, tuvo que irse muy lejos para encontrar lo que Walter Ramírez y Alberto Morales nos mostraron en unas fincas cafetaleras allá por lo que hoy es Las Animas.
No le quito mérito a “Parásitos”… la historia es formidable aun con muchos casos previsibles, al grado de caer en “gags”. Hay que reconocer que es excelente la historia, la trama, la secuencia, hasta la torcida imaginación para hacer de la familia Kim, unos villanos perversos que rayan en la comicidad… si es por estos acentos, estoy de acuerdo con los premios que le otorgó la Academia, pero si es por el descubrimiento de la desigualdad social, ¡por favor! A lo mejor entonces les falta salir, caminar, abordar un microbús, un servicio urbano, y considerar que su mundo no es el mundo del resto de esos ciudadanos que cada quincena sólo significa un lapso de sobrevivencia mientras esperan y hacen cuentas de cuánto falta para que llegue el siguiente pago… a lo mejor los “Parásitos” no son únicamente los integrantes de la familia Kim… Bueno, al final, es la opinión de alguien que puede ser todo, menos crítico de cine.
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