La política en tacones.
Pilar Ramírez.
 

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Paramos, ¿y luego?
2020-03-05

A partir de los movimientos de las y los universitarios, la organización de las mujeres se fortaleció. Realmente se empoderó. Se vio que había razones para escucharnos. Facultades y escuelas tomadas no aconsejaban el silencio o el “vamos a dialogar”. En el caso de la UNAM, los paros obligaron a las autoridades a dar una respuesta que calmara los ánimos. En algunas escuelas los paros continuaron, pero se han ido apagando porque saben que ganaron algo. La violencia contra las mujeres ahora es motivo para expulsar o despedir a un agresor, sea alumno o maestro. 


            Este movimiento, que de pronto parece olvidarse, junto con los asesinatos crueles de la pequeña Fátima y el de Ingrid, más las siniestras cifras de las desapariciones y feminicidios en aumento promovieron las movilizaciones y la organización de las mujeres.


            Hoy, sin lugar a dudas, las mujeres son un interlocutor que el gobierno no debería ignorar, no porque sea un grupo opositor, pues ya se dijo hasta el cansancio que el movimiento no es contra Andrés Manuel, sino porque ya se subió a la agenda social. Esta es la oportunidad para que la actual administración no permita que el movimiento sea utilizado por partidos y actores políticos opositores para sacar su propia tajada.


            Este debería ser un momento de propuestas a favor de las mujeres. Y cuando estás en la cima política, como lo está en este momento el feminismo y su paro nacional también se deberían plantear exigencias concretas.


            Este debe ser el momento en que no debemos olvidar que un gobierno panista en Guanajuato vetó el libro de biología y lo reemplazó con uno “moralmente correcto”, para no permitir que ningún panista quiera pararse el cuello apoyando el paro, cuando  no dijo nada sobre ese atropello de Juan Manuel Oliva en Guanajuato contra la ciencia y la educación sexual.


            Este es también el momento en que debemos recordar a todos los gobiernos estatales y municipales que maniobraban para evitar que se decretara la alerta de género, sobre todo los priistas. En el Estado de México, en Guerrero, Jalisco, Chiapas, Veracruz y otros. Baste recordar que en Veracruz, grupos de mujeres demandaron reiteradamente la declaratoria de alerta de género en el municipio de Isla, porque sólo en dos años se habían registrado ocho feminicidios y numerosas violaciones; el entonces procurador estatal Salvador Mikel se rehusó a emitir la alerta alegando que “no había condiciones para hacerlo, pues no son asesinatos seriales”.


            El PAN, sin duda alguna, ha sido el más retrógrada en materia de género. ¿Habrá quien haya olvidado el uso político electoral que dio Vicente Fox al estandarte de la Virgen de Guadalupe?, ¿o que un candidato a diputado por Quéretaro pidió a los ciudadanos que votaran por él en nombre de Dios? ¿o que en el gobierno foxista disminuyó escandalosamente el acceso a métodos anticonceptivos, de acuerdo con los registros del Consejo Nacional de Población?


            La cuestión religiosa viene a cuento porque en varias entidades el PRI, PAN y algunos de sus aliados como Convergencia hacían suyas las iniciativas de grupos católicos para impedir matrimonios entre personas del mismo género y la interrupción del embarazo. Y cómo esto último fue una especie de cruzada para evitar el cambio constitucional. Igual que lo vivimos en Veracruz, ocurrió en Yucatán, Querétaro y otros estados.


            Lo anterior, a pesar del exhorto de la ONU para despenalizar el aborto, cuya criminalización, tal como lo señaló el jurista Diego Valadés, aproxima a México a un Estado totalitario. No en vano, nuestro país retrocedió en la evaluación de equidad de género, de acuerdo con el Informe de la Brecha Global de Género.


            O los reiterados informes del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) que señalan a las mujeres como el grupo más afectado por la discriminación laboral.


            En el paro del nueve de marzo que nuestra ausencia hable de la imperiosa necesidad de justicia que se reclama ante los feminicidios y todo tipo de agresión física, pero no olvidemos todos esos agravios que día tras día y año tras año hemos padecido. Se trata sí, de que nuestra ausencia nos haga vernos, pero exijamos cómo queremos vernos. Nos queremos ver sin violencia, con una justicia que haga desistir a los victimarios, con auditorías laborales aplicables por ley a cualquier dependencia pública o particular para lograr igualdad laboral y que no sean juicios que tarden años, sino que se vea la voluntad política de hacerlas cumplir, que se persiga a quienes incumplen con la pensión alimenticia y buscar la forma de demostrar la mala fe cuando “renuncian” a sus trabajos para evitar cumplir responsabilidades con sus hijos. Por principio, en las dependencias públicas, así como en la UNAM, castigar la violencia contra las mujeres de cualquier índole con el despido.


            No sólo se trata de hacer ver que la sociedad nos necesita, sino qué sitio queremos en esta sociedad. Y para que haya un trato igualitario, falta mucho por hacer. Tengamos preparadas nuestras propuestas a través de los colectivos y las legisladoras que abrazan la causa de las mujeres. La capacidad de organización es lo que más asusta. Demostremos que el hartazgo nos ha llevado a tener esa capacidad. El nueve ninguna se mueve y el diez continuamos con nuestras exigencias.


ramirezmorales.pilar@gmail.com

 
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