A ver, aclarando amanece. López Obrador no goza de buena salud pues padece dolores crónicos de espalda; es hipertenso, ya le dio un infarto y según él mismo, toma diariamente un coctel de medicamentos.
Además, el subsecretario le quitó más de un lustro ya que no tiene 60 sino 66 años, aunque representa 78 muy mal llevados. Y por su edad, sí corre el riesgo de contraer el Covid-19.
¿Qué nos dice todo esto?
Que Andrés Manuel se siente tocado por la mano de Dios y esto lo hace inmune. Si Jesús anduvo entre infectados y jamás le dio ni un catarro, AMLO piensa que puede hacer lo mismo porque es el Elegido para llevar a cabo la Cuarta Transformación que le ordenó el Señor para este país.
El tabasqueño no se ve como Presidente sino como el mesías que salvará a su pueblo. Por eso besa, abraza y se deja querer, en la inteligencia de que Dios lo protege de todos los males para que cumpla su misión cuyo premio será no sólo ganarse un lugar en la historia, sino la mismísima eternidad.
El problema es que esto no lo ve el Covid-19 que este lunes infectó a 82 mexicanos; 29 más que el domingo cuando se registraron 53 casos y 41 más que el sábado en que se registraron 41. Es decir, en 72 horas la cifra aumentó un 100 por ciento y sigue hacia arriba.
Mientras los gobiernos del mundo están actuando en concordancia con las orientaciones que reciben de científicos para combatir el virus, en México las decisiones se están tomando de la mano de la fe.
Y tanta es la fe del Presidente en él mismo y en los mensajes celestiales, que se pasó por el forro las recomendaciones de la ONU que le está pidiendo que atienda los protocolos terrenales.
De acuerdo con especialistas el Covid-19 llegará con fuerza a nuestro país en los próximos días y se irá relativamente pronto, pero matará a muchos.
¿Por qué tan fúnebre el vaticinio? Por lo que digo líneas arriba; no se siguieron a tiempo los protocolos y no se han seguido como debieran a pesar del inminente riesgo.
Y al coronavirus hay que agregarle la caída en los precios internacionales del petróleo, la probable recesión y lo que he escrito aquí en otras ocasiones: el nulo crecimiento económico, la casi prescrita inversión privada, el desempleo, el aumento de la violencia, la carencia de medicamentos, el abandono al campo y otras calamidades que están haciendo de este 2020 otro año en vías de echarse a perder.
Pero no hay que temer; Andrés Manuel es nuestro pastor y nada nos faltará.
Uta mechas…
No pus, qué bien.
bernardogup@hotmail.com
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