En el entorno presidencial saben bien que el desplome económico y en la calidad de vida de las personas muy fácilmente se puede traducir en repudio electoral, así que pareciera que están dispuestos a asumir el riesgo de un rebrote de contagios con tal de echar a andar como sea la planta productiva.
Por ello el optimismo oficialista -que raya en la irresponsabilidad- de las últimas semanas, en el que constantemente se repite la cantaleta de que ya se “aplanó” la curva de contagios, mientras sus propios números indican lo contrario: al corte de este lunes, hay 71 mil 105 casos confirmados de covid-19 en el país -que ya sabemos que corresponden solo a una pequeña muestra de los casos reales-, y siete mil 633 muertos.
El índice de letalidad de la covid-19 en México -de 10 por ciento, tomando como base los mismos datos del gobierno-, es de los mayores del mundo. Y el número de fallecimientos seguramente rebasará esta misma semana los ocho mil que estimó como máximo hace unas semanas el subsecretario Hugo López Gatell, a quien cada vez que sus proyecciones fallan le sacan de la manga algún artilugio propagandístico, al grado de querer convertir en “pop star” a un gris burócrata que nunca había destacado ni medianamente en todos sus años en el servicio público.
Más allá de eso, las intentonas de reapertura social y económica del gobierno son realmente preocupantes. Tanto, que cuando anunciaron que se abrirían por completo más de 200 municipios “de la esperanza” –electorera, por supuesto- en los que no se registran contagios –lo cual, dado el sistema usado para monitorearlos, no garantiza que los mismos no existieran-, en estados como Oaxaca y en el propio Veracruz, las autoridades locales –municipales, sobre todo- se negaron a incorporarse así como así a esa eufemística “nueva normalidad” por decreto y mantuvieron el confinamiento e incluso el cierre de sus límites territoriales a personas ajenas a sus comunidades.
Sin embargo, en muchas otras ciudades medias y grandes del país, el distanciamiento y la inactividad pública son meramente discursivas. De Tijuana hasta Veracruz, la gente está a puñados en las calles, con apenas unas pocas medidas de seguridad, haciendo enormes filas para realizar compras o hacer trámites, viajando en transporte público atiborrado y hasta retomando las reuniones y las fiestas en alta escala, con grupos musicales en vivo y francachela a todo vapor.
Y ello es el resultado de la falta de información confiable y precisa, de la ambigüedad de un gobierno más preocupado por lo político que por lo realmente social, y de la voracidad de empresarios carroñeros como el favorito de la “4t”, Ricardo Salinas Pliego, que se creen con autoridad para pendejear a la población porque no les está dando a ganar dinero. Miserables.
Los resultados no tardaremos en verlos. De manera muy cruda.
Agradecimiento
A los lectores y editores de la Rúbrica, gracias por su paciencia y comprensión en estos días de silencio. Aquí estamos de regreso.
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