Bajo la sombra amenazante y omnipresente del vecino del norte, esos conceptos se habían ido diluyendo de la narrativa nacional.
Pero ahora en un clima de amenazas, de polarización, de violencia soterrada, de pandemia y encierro, parece que reaparecen los tiempos de himnos y banderas, de movimientos de masa, lejos de las armas de la razón y la concordia.
Lo cual parece natural, los propios maxistas argumentan que no puede haber un interés nacional en sistema dominado por la lucha de clases. El internacionalista Rafael Velázquez Flores, menciona que el interés nacional es una herramienta analítica muy subjetiva debido a su generalidad y a la carga emocional que contiene.
El uso de dicho concepto es viejo. En la etapa del absolutismo se le definió como “la voluntad del príncipe”, como los “intereses dinásticos”, o como “la razón de Estado”.
Hobbes y Maquiavelo -nos menciona el mismo Velázquez Flores- recomendaban a los príncipes y reyes perseguir con interés general y no solamente el de ellos, porque corrían el riesgo de caer en la tiranía y perder el apoyo del pueblo.
Más cuando el interés nacional comprende los deseos que estimulan la actividad de una nación. Además de ser el conjunto de aspiraciones que una comunidad nacional quiere alcanzar en un futuro de manera colectiva.
Donde quizás los propios mexicanos no hemos reflexionado qué tipo de nación queremos ser.
La identidad nacional es otro elemento que le da forma al proyecto nacional y ayuda a delinear la política de los Estados. Esta es la forma en que una sociedad se mira a sí misma frente a los demás países.
Pensar así influye definitivamente en su conducta, y esta depende de los valores culturales, las tradiciones, la religión, la ideología y hasta el lenguaje.
Hoy México cuenta con un proyecto de nación visto desde la administración gubernamental y otro desde el día a día, desde la convencionalidad del ciudadano. El fin último del interés nacional ha de ser mejorar los niveles de vida de la población.
Para que esto último se dé, es preciso hacer de la política un puente, que sea más que un ejercicio de memoria que de imaginación, para pasar siempre de lo prometido a lo cumplido.
En lo personal, considero que el interés nacional habría de estar fincado hacia el desarrollo regional, donde este debe ser uno de los grandes temas de nuestra agenda. En este sentido se comprende, que el concepto que nos ocupa debe permitirnos desarrollar las potencialidades del conjunto nacional, mejorar los niveles de vida, que crezca la economía para que el pueblo viva mejor.
Sino sucede eso, el interés nacional o el proyecto de nación pasarán a ser un tema alegórico de nuestros tiempos. |