“Somos más de dos expresidentes dispuestos a contraatacar en caso de su insistencia por llevarnos a juicio, cuando a todas luces no hay pruebas para actuar, lo cual evidencia que los fines son meramente populistas. Tenemos diversos videos sobre su hermano y otros colaboradores que serían, se lo aseguro, de mucho interés para los medios de comunicación y opinión pública”, dicta el otro mensaje, según me afirman.
Un par de semanas antes de recibir estos comunicados de Salinas, el Presidente López Obrador fue enterado de algunas exigencias de Enrique Peña Nieto, (mismas que compartí en esta columna para EL UNIVERSAL), donde le pidieron detener mediáticamente el caso Lozoya, o de otra forma, liberarían más videos de su hermano recibiendo apoyos para las campañas del 2015 y 2018.
El caso de EPN no incomoda a AMLO; existe un pacto de caballeros celebrado el 3 de julio del 2018, ahí, en Palacio Nacional, donde se acordó que tanto el mexiquense como algunos de sus colaboradores más cercanos no serían tocados, “aunque el avispero político-mediático sonara demasiado o pareciera inminente procesarlos”.
El Presidente está incómodo y molesto: una cosa es su acuerdo con Peña Nieto, pero Carlos Salinas de Gortari se cuece aparte, sin embargo, (y muy a su pesar), el tabasqueño carece de margen de movimiento, pues la videoteca de EPN y asociados, (donde también tiene acciones el “innombrable”), es demasiado peligrosa como para tomar riesgos.
De acuerdo a esta voz en Palacio Nacional, uno de los mensajes contaba con un polémico postdata. “No soy el Licenciado Peña, pero estudié Maestría y Doctorado en Harvard”.
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