Ruizcortinadas.
Gustavo Adolfo Iram Ávila Maldonado.
 

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¿Le gustaría saber cuándo va a morir?
2017-07-03

La muerte siempre ha sido un misterio para el hombre, a todos nos llega en algún momento, a unos a temprana edad, y otros en cambio se amorcillan (término utilizado en Tauromaquia refiriéndose a los toros que tardan en  morirse después de la estocada del torero) y pareciera que hubieran hecho un pacto con la parca que se olvida de ellos. 


Algunos les es permitido saber el momento de su muerte, y es interesante analizar su reacción ante este fatídico conocimiento, por ejemplo, a las siete de la mañana del 19 de junio de 1867, el Emperador austriaco Maximiliano de Habsburgo ante el pelotón de fusilamiento en el Cerro de las Campanas, en Querétaro, primero con toda calma reparte monedas de oro entre los soldados que se preparaban para fusilarlo, pidiéndoles que no le disparen a la cara para que su madre lo reconozca cuando le entreguen su cadáver, y luego le pide al General Miguel Miramón, que también iba a ser fusilado, que ocupe su lugar de honor en el centro; del otro lado quedó Tomas Mejía, pues ese lugar de honor se lo merece Miramón por ser un mexicano valeroso. 


Por qué no le dejó ese lugar de honor al Queretano Tomás Mejía, quizá porque nunca se identificó con Tomás, que era indio puro, o la respuesta podría ser que quizá nunca se familiarizo con él porque era parco en el hablar a diferencia de Miramón, que era un culto militar de carrera y había sido Presidente de México.


Maximiliano sí sintió miedo, pero ese terror lo dejó en el convento donde lo tuvieron preso en esos días. Es interesante el temple del Emperador al estar frente al pelotón  a punto de morir.


El cuadro del pintor francés Édouard Manet sobre su fusilamiento no respetó la verdad histórica, tal vez por ignorancia o conveniencia social, pues en el centro no estuvo nunca el Emperador, ya que no acepto ese lugar de honor.


La muerte siempre llega inesperadamente, pero en ocasiones los doctores la pueden ver acercarse casi con precisión.


Yo he tenido dos amigos que han sido informados de la fecha de su muerte: Uno de ellos Roberto Castellanos, hombre cercano a don Jesús Reyes Heroles, Roberto era el Delegado en Querétaro de la Secretaria de Desarrollo Urbano y yo era el subdelegado, en esos días a Roberto le detectaron una enfermedad en la sangre, una enfermedad degenerativa, y los doctores le pronosticaron unos meses de vida, Roberto se dedicó a buscar afanosamente alguna cura para su mal, yo lo acompañe a varios lugares, incluso, viajó a Houston con la esperanza de encontrar solución para su enfermedad, pero fue infructuoso a los pocos meses murió.


Y Moisés Herrera, otro gran amigo con el que trabajé varios años, después de una comida que tuvimos en su casa, enfermó, de inmediato lo atendieron varios médicos, y él le preguntó a uno de los doctores que le advirtió sobre la enfermedad mortal que lo llevaría a la tumba :


-Doctor ¿Cuánto me queda de vida? ¿Años, meses, días?


-Horas - le contestó fríamente el galeno.


- ¡Tráiganme un notario! -pidió Moi incorporándose con premura en la cama del hospital.


 

 
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