El trato que se ha dado al ex funcionario -dice El Universal- es visto por otros internos como de privilegio, no sólo debido a la zona aislada en la que se le ubicó, sino porque a través de sus representantes legales se le ha ingresado comida proveniente de distintos restaurantes.
Digo, y qué esperaban para un sujeto que está acusado de haberse robado más de mil 600 millones de pesos ¿que se rosara con la chusma del reclusorio? Por Dios.
Y eso es en calidad de mientras, en lo que se acostumbra y se informa cómo está el teje y maneje al interior de la cárcel. Más tardará en aplacarse el boato por su encierro, que en que el director del penal y los custodios se pongan a sus órdenes para brindarle los servicios de lujo que ofrecen a sus huéspedes distinguidos. Y Duarte lo es.
Con todo, no dejó de sorprenderme el comentario de una dama entrada en años que al ver la maqueta exclamó: “Ay pobrecito, será un bandido pero es un ser humano; pobre hombre”.
Y ni cómo rebatirle a la buena mujer.
Javier Duarte es en efecto un ser humano que desde el principio de su mandato se dedicó a saquear las arcas del estado. Un ser humano que junto con sus cómplices, planeó con sumo cuidado la manera de robar los apoyos al campo, las becas de los estudiantes, los recursos para las escuelas, las pensiones de los jubilados, el presupuesto para la Universidad Veracruzana, el dinero para las medicinas de los enfermos y el destinado a la seguridad.
Esto trajo como consecuencia que el campo esté en la vil inopia, que miles de jóvenes truncaran sus estudios, que cientos de escuelas se estén cayendo a pedazos, que los jubilados mendiguen su pensión, que la Universidad esté en crisis y que un número no cuantificado de enfermos fallecieran.
Gracias a que despojó al estado del dinero para la seguridad, fueron asesinados, secuestrados y desaparecidos miles de veracruzanos entre jóvenes, niños y adultos. Y una buena parte del territorio se convirtió en cementerio de fosas clandestinas.
Gracias a ese pobre hombre vivimos un clima de violencia como nunca en la historia; una violencia que ha orillado a empresas y empresarios a abandonar Veracruz.
Si, en efecto, Javier Duarte duerme en una celda apenas más grande que la sala de una casa de interés social, pero a diferencia de esa casa donde se apelmazan hasta ocho personas, Javier tiene todo el espacio para él solo.
Por donde se le mire, el ex gobernador tiene un techo bajo el cual dormir, cosa que no pueden decir los 50 mil miserables que dejó su gobierno (más los que ya existían), que duermen en descampado porque hasta el dinero para los techos de lámina se llevó este ser humano.
Ay, pobrecito.
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