Lo más irónico es que diputados, senadores, alcaldes e incluso regidores ganan mucho más de lo que percibirá la Gobernadora, pero eso no genera escándalo. El punto no es el dinero, sino la intención de desgastar su imagen. Y ahí es donde los opositores y los pseudo morenistas —esos misóginos disfrazados de compañeros— se equivocan de nuevo. Entre más la golpean, más fuerte la vuelven.
Nahle aprendió bien la lección de Andrés Manuel López Obrador: resistir el embate para dejar que sean los ataques los que desnuden la miseria moral de los agresores. Y en esa lista aparece, cómo no, el senador Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien hoy se abraza con los Yunes y los dirigentes de Movimiento Ciudadano, evidenciando que la incongruencia también se paga. Su reputación de acosador y misógino lo precede, y su odio hacia la gobernadora no es más que reflejo de su propio fracaso político.
Al final, los golpes que buscan debilitar a Rocío Nahle no hacen más que fortalecer su liderazgo. Porque en Veracruz, como en la vida, las mujeres que resisten los embates del poder se convierten en su propia fortaleza.
Al tiempo.
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