El señor nos dice que anda enojado porque hay un grupo de multimillonarios, de conservadores, de fifís, de adversarios que están en contra de su proyecto para hacer de México un nuevo país, diferente, en el que los pobres serán los consentidos y los ricos tendrán que pagar por la buena vida que se han dado.
Y es que para el Patriarca vivir bien es, cuando menos, un pecado venial, que te llevará al infierno o al purgatorio si no te arrepientes a tiempo y distribuyes tu riqueza entre los más necesitados, como quería Jesús.
Deja todo y aunque seas (o eras) rico, podrás entrar al paraíso morenista, en donde lo que hagas será bueno, aunque sea malo, en donde serás honesto por gloria de la palabra (la del señor actual, que dicta quién hace bien y quién mal).
Pero yo, pobres de mis ojos, no lo veo así.
Es que percibo un mundo mejor, un "brave new world" -si seguimos al Shakespeare de Romeo y Julieta-, en el que haya justicia, y que ésa no implique quitarle nada a nadie, sino darle a quien no tiene, y al César lo que del César y a Dios... adiós, que te vaya bien.
Veo (como aquél en su momento) un México en el que todos son hermanos y no están divididos por el rencor o la venganza.
Veo una nación de iguales, en la que predomina la ley y la política es el arte de hacer el bien para todos.
Veo un pueblo sin desmañanaderas, bien dormido y por eso muy despertó para entrar a la modernidad, para brillar en entre el cúmulo de las naciones.
Quiero ver un pueblo sano y libre. Autónomo.
No lo sé de cierto, pero intuyo que yo veo las situaciones de otra manera, distinta y hasta opuesta a la que ve el pastor de ovejas morenas.
¿Será que mi nervio óptico malito me hace ver cosas extrañas?
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