Pero no me quiero meter en otras honduras, así que estableceré que la discusión se da entre la ciencia y la superstición.
Al igual que don Quijote, guardaré mi precaución y diré: "Con la Iglesia hemos topado, Sancho."
Bueno, desde hace milenios ha habido una sanguinaria polémica entre quienes han tratado de entender y controlar la esencia de la naturaleza y quienes creen que el mundo está regido por fuerzas oscuras y muchas veces malévolas.
Ciencia o superstición ha sido un dilema que ha traído guerras y muertes, avances y retrocesos, civilización y barbarie.
La Inquisición católica, el fanatismo islámico, las inmolaciones budistas, los excesos sanguinarios de las ideologías están de un lado.
Del otro, el avance tecnológico con todos sus dones, aunque también con la bomba atómica; la luminosidad de Einstein y Hawking; la maravilla actual de las comunicaciones, que convirtieron el mundo en un pueblo, en el que todo se sabe y todos lo saben. Superstición o ciencia, la alternativa que ha regido el mundo hacia un lado o el otro.
Y ahora en nuestros días, cuando la medicina enfrenta a su más difícil enemigo, la discusión se vuelve a dar entre las vacunas científicas y los remedios milagrosos.
Hay en las redes una sospechosa y enorme cantidad de notas, artículos, memes y videos que "delatan" el peligro de las vacunas. Se habla de efectos secundarios catastróficos, de muertes multitudinarias, de graves engaños de las compañías farmacéuticas y los gobiernos.
Dan a entender que las vacunas son peores que el coronavirus, cuando han sido en realidad una solución de emergencia ante la grave crisis de salud que nos trajo la Covid-19, el peor mal de nuestra historia.
Con las vacunas no han bajado los contagios, pero sí las muertes, y este dato estadístico es razón suficiente para que se sigan aplicando.
Pero, claro, los charlatanes quieren seguir vendiendo sus pócimas mágicas, verdaderos venenos que sin embargo han sido un enorme negocio.
Y a usted le toca decidir. Es de vida o muerte (pero una muerte horrorosa, llena de dolor y soledad, como es la que produce el maldito bicho).
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