ES LAMENTABLE la situación que guarda la ciudad capital del Estado, al mantenerse sus principales calles y avenidas totalmente destrozadas. No hay evidencias de un permanente mantenimiento y muchos menos, una plena voluntad, cuando menos, para atender los principales requerimientos de la sociedad.

Es un hecho que el gobierno municipal, no tuvo la más mínima visión de lo que significa un gobierno municipal, por lo que, a estas alturas, se considera una administración en pleno fracaso.

En Palacio Municipal, ya no ven la hora en que termine la responsabilidad municipal de Hipólito Rodríguez Herrero, a quien, de plano, le cargan toda la culpa de que este cuatrienio municipal haya pasado sin pena y sin gloria. Finalmente, la capital del Estado, no floreció y se quedó, simplemente, en un mero intento de gobierno, pues ni proyectos ni programas estuvieron plenamente definidos para hacer modernizar una ciudad, asiento de los poderes estatales y con una larga historia de trabajo, de cultura, de esfuerzo y de grandes alcances en su vida política.

Desde las pasadas elecciones del seis de junio de este mismo año, la espera se volvió tediosa, porque el tramo de tiempo para que entren las nuevas autoridades municipales, se prolonga por siete meses y es el momento en que todavía faltan cuatro meses, aproximadamente, para que se vea una nueva posibilidad de crecimiento, sobre todo, con una nueva administración municipal, que tome, como es debido, al toro por los cuernos y se disponga de una nueva mística de trabajo y de responsabilidad política.

El alcalde electo, Ricardo Ahued Bardahuill, se enfrentará a una verdadera realidad, es decir, un municipio con grandes deficiencias, con enormes pendientes, tanto administrativos como materiales, pues desde hace tiempo se sabe de los fuertes desórdenes y vicios que están relacionados con el manejo de los recursos públicos, así como la falta de obras que han sido necesarias para la buena imagen de la propia capital veracruzana.

Lo que sí es cierto, es que Ahued, no es ningún mago para poder resolver tantas inconveniencias, pero se espera que desde el principio ponga orden, eficiencia, pero sobre todo, pida cuentas a los que se van.

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ORGULLO O VERGÜENZA.

EN SU RECIENTE informe de gobierno, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, presumió que uno de sus logros de gobierno, fue constatar que las remesas de trabajadores mexicanos, en los Estados Unidos, alcanzaron records históricos.

También en Veracruz, está sucediendo lo mismo, es decir, que las remesas de trabajadores veracruzanos, que se encuentran en el país vecino, han logrado crecer más de un veinticinco por ciento en este año, y en relación con el primer semestre del año pasado. Se espera que este no sea uno de los logros de la administración estatal y se inserte, de la misma manera que en la federación, como un avance gubernamental de la entidad en el próximo informe de gobierno, que Cuitláhuac García Jiménez, deberá entregar a la legislatura local, el quince de noviembre que se avecina.

Antes que un orgullo o satisfacción de los gobiernos, ya sean federales, estatales o municipales, acerca de las remesas que los connacionales envían periódicamente a sus familias, debería ser una vergüenza, pues estos significa que los mexicanos, como los veracruzanos, en especial, han tenido que emigrar a otras tierras, donde normalmente son despreciados, para poder ganarse la vida ante la falta de oportunidades en este país, donde el empleo es escaso y con pago raquítico que no les permite vivir dignamente.

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A LA MITAD DEL CAMINO.

CON RECURSOS PÚBLICOS, el Presidente de la República, ha venido divulgando la aparición de su libro, que coincide, por el título, con el ejercicio constitucional de su gobierno, pero a la vez denota una cierta preocupación, también por el título, con relación a la posibilidad de que en la próximo consulta al pueblo bueno y honesto, le propine un revés para sus planes y que los resultados de la revocación de mandato, sean positivos, es decir, que por fin la sociedad se movilice y que le puedan, en cierto modo, rescindir el contrato con el cual asumió la Presidencia de la República, el pasado primero de diciembre del año dos mil dieciocho.

Se ve difícil que esto ocurra, pero tampoco es imposible, por lo que el título del libro, a la mitad del camino, podría ser, en todo caso, una premonición política, de esas que raramente se ven o se concretan.   

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Y MAÑANA, aquí nos encontraremos, si otra cosa no sucede.

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