A fines del siglo pasado se multiplicaron las famosas pirámides. Una o varias personas organizaban tandas ofreciendo elevadas ganancias y sólo los primeros apuntados recibían el dinero prometido, lo cual servía como gancho. Los demás perdían lo invertido.
Miles de incautos cayeron en la trampa de unos cuantos vivales. Hoy no es exactamente lo mismo pero un día no alcanzará el presupuesto para las pensiones de adultos mayores y otros estímulos, porque el campo no produce, los empresarios no crean fuentes de empleo y el gobierno terminará por no recaudar impuestos suficientes y se quedará sin fondos e imposibilitado para otorgar los apoyos.
Mientras ello sucede se celebrará la consulta para la revocación de mandato y los más votarán por la permanencia del presidente repartidor de obsequios económicos entre los pobres, lo cual sería plausible si no fuera porque pronto pueden agotarse las reservas y no habría más dinero para regalar.
Nadie en su sano juicio se opondría a la ayuda para las familias más necesitadas. Sin embargo, la solución no es la distribución de dádivas, sino la generación de riqueza. De lo contrario, cuando se acaben los recursos económicos, nos hundiremos todos en la miseria.
Cuando voté por Andrés Manuel López Obrador –como también millones de mexicanos--, suponía que de veras combatiría la corrupción y habría honestidad en el gobierno. La corrupción continúa como antes o peor y en muchos rubros no hemos mejorado, sino retrocedido.
Se equivocan quienes presumen que AMLO perderá la consulta de revocación de mandato y se retirará a su rancho de sugestivo nombre. Además, acaso con el aval del PRI o de otros partidos aparentemente opositores, reformará la Constitución a su conveniencia… para bien o para mal de México. |