Una muestra de aquel botón es el tratamiento que (no) recibió el alcalde jarocho en la reciente visita del presidente Andrés Manuel López Obrador, para presenciar el desfile militar de la Armada, con motivo de los 200 años de su existencia.
Una vez más los enanos del tapanco ganaron e inclinaron la balanza hacia la grosería y el menosprecio del primer Ayuntamiento de América.
Lo cierto lo cierto lo cierto es que el Gobierno del Estado no cumplió el protocolo que lo obligaba a invitar de manera respetuosa y digna al representante de la autoridad municipal del lugar en donde se realizó el magno evento.
Y al daño enciman la burla, porque después de que el presidente municipal no se presentó a una cita a la que no había sido convocado con el respeto que merece su investidura como representante de un pueblo cuatro veces heroico, lo quisieron culpar de soberbio y mintieron al decir que sí había sido debidamente invitado.
Tan fácil que es hacer las cosas bien.
Y tan fácil que es quedar bien con el tlatoani morenista al cuidar las firmas y los protocolos.
Fernando Yunes cumplió al preservar la dignidad del pueblo jarocho.
Y aquellos volvieron a hacer las cosas chuecas.
Para qué, si el piso está tan parejo.
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