“Fue mucho tiempo de atraso, de saqueo, además de manipulación, muchísimo tiempo, afectaron a dos generaciones. En las universidades públicas hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de estos proyectos neoliberales. Perdió su esencia, de formación cuadros, de profesionales para servirle al pueblo”, dijo López Obrador, desvirtuando con ello a los miles y miles de estudiantes y profesionistas que año con año ingresan y egresan de la principal institución pública de educación superior del país.
El mandatario aseguró con vehemencia que “ya no hay” economistas, sociólogos, abogados o politólogos como antes, por lo que tampoco hay derecho constitucional, y “el derecho agrario es historia”.
Más allá de la falacia monumental detrás de tales afirmaciones –baste revisar que gran parte de los principales cuadros de Morena han egresado y/o forman parte de la comunidad UNAM-, lo que hace López Obrador es fungir como un replicante más de una narrativa hiperideologizada, propia del discurso elaborado por sus asesores provenientes de la ultraizquierda populista española incrustados en diferentes posiciones en los poderes Ejecutivo y Legislativo, y que son los responsables de varias de las estrategias propagandísticas que identifican la praxis cotidiana del lopezobradorismo. Ésta es una de ellas.
El objetivo, como ya se mencionó, es controlar no solamente a la UNAM, sino al sistema universitario del país. Y para lo cual hay dos vías: la infiltración de sus estructuras institucionales y sus procesos electivos o la desestabilización.
Para nadie es un secreto a estas alturas del sexenio que las “mañaneras” no son ejercicios informativos, ni periodísticos y mucho menos de rendición de cuentas. Son herramientas de propaganda, ya sea de distracción o decididamente de propaganda negra para estigmatizar, ridiculizar y debilitar a quienes el presidente considera, más que adversarios, sus “enemigos”. Y en esa “lista negra” está incluido cualquiera que se “atreva” a contradecir, rechazar o siquiera diferir del guion oficial.
Las peroratas desde el “púlpito” presidencial son también llamados al ataque. Y así se pudo apreciar en la reacción de las redes lopezobradoristas en plataformas como Twitter en contra de la UNAM, con consignas abiertamente dirigidas a la desestabilización de una institución que si por algo se caracteriza es por albergar una enorme pluralidad en cuanto a las visiones del mundo, de la ciencia, de la academia, de la economía, de la política y de la vida misma. La universalidad que le da soporte al sustantivo que la nombra.
Pero es eso precisamente lo que no quiere un régimen como el actual, en el que no hay más idea aceptable que la que proviene de los prejuicios y taras ideológicas del “líder incuestionable” e “infalible”, y que por lo mismo no tolera la diversidad ni la libertad de pensamiento. Lo suyo es la consigna, la uniformidad, el maniqueísmo. “Conmigo o contra mí”, ha dicho públicamente en más de una ocasión López Obrador.
Por eso también la persecución contra el sector académico con acusaciones y generalizaciones absurdas; por eso la sistemática confrontación contra quien ejerce su derecho, legítimo y legal, a pensar y actuar diferente. Porque el régimen apuesta por el adoctrinamiento generalizado, por la creación de una sociedad de autómatas que repitan como mantra “es un honor estar con Obrador” mientras sus derechos y libertades son reducidos, limitados o de plano eliminados.
Los espacios por excelencia para el desarrollo del pensamiento crítico, condición fundamental a su vez para la ciudadanía libre, son las universidades. Controlarlas, someterlas e imponer una versión única y oficial de la historia, de la ciencia y hasta de la vida es el camino que han seguido varias tiranías. Y aquí está bien trazado por donde están buscando ir.
Si no lo cree, vea lo que hicieron con la toma y usurpación de la rectoría de la Universidad de las Américas Puebla (porque esto también incluye a las universidades privadas). O a lo que redujeron a la Universidad Veracruzana con la colocación del nuevo y “obediente” rector, incapaz de decir ni media palabra que incomode a la “4t”.
No vaya siendo que lo acusen de “neoliberal” e “individualista”.
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