Muchos me han preguntado qué porqué escribo sobre Fidel Herrera, y después enumeran una serie de errores que le atribuyen que cometió.
Les contesto que en primera no me corresponde juzgarlo, quién soy para hacerlo; y en segunda, escribo sobre él porque fue y es mi amigo, al que le tengo admiración por su inteligencia y audacia que lo pudieron haber llevado a otras alturas.
Lo mismo hubiera hecho, guardando las debidas proporciones, Salvador Olmos sobre Don Adolfo, o Humberto Romero sobre López Mateos al que conoció profundamente.
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