Veo al Presidente de la República muy enfrascado en que se dé a conocer cuánto gana el periodista Carlos Loret de Mola, y cuáles son los ingresos de Carmen Aristegui y de algunos otros colegas.
Lo escucho en la mañanera con esa cantaleta reiterada y me empiezo a sentir aburrido como ciudadano, porque espero recibir informaciones y declaraciones de mayor nivel que surjan del titular del Poder Ejecutivo.
Me choca no oír que hable de avances en la economía, de innovaciones en la administración, de proyectos que nos enorgullezcan a todos… de la unidad nacional.
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Qué envidia de los uruguayos cuando tuvieron un presidente como José Mujica. Su palabra era y es luminosa, y en ella nunca han cabido los pleitos de barriada.
México es un país que heredó una cultura de 3 mil años, con más de 200 años de historia como nación libre y soberana, y con grandes personajes que nos han dado lustre y reconocimiento internacional.
Pienso en Sor Juana Inés y en Fernández de Lizardi durante la Colonia; en la calidad moral de los Sentimientos de la Nación del cura Morelos: en los grandes pensadores que acunaron el proyecto de Benito Juárez: Guillermo Prieto, Melchor Ocampo, los hermanos Lerdo de Tejada, Matías Romero, Manuel Doblado, Ignacio Ramírez, Santos Degollado, Francisco Zarco… uff, la lista es interminable.
Me acuerdo también, aunque no fueron políticamente correctos, de los porfiristas Manuel Romero Rubio, Sebastián Camacho, José Yves Limantour, Justo Sierra, Emilio Rabasa.
La lista se puede completar con los intelectuales de la Revolución Mexicana, como José Vasconcelos, Antonio Caso, Luis Cabrera, Alfonso Cravioto, Nemesio García Naranjo, Martín Luis Guzmán, Pedro Henríquez Ureña, Manuel M. Ponce, Alfonso Reyes, Diego Rivera, José Santos Chocano, Agustín Yáñez y Jesús Reyes Heroles.
Son todos nombres ilustres que cualquier mexicano con una cultura media reconoce y respeta. Obvio, en esta pequeña enumeración faltan muchísimos personajes, pero se expone sólo para dar una idea de la riqueza intelectual que ha tenido siempre México.
Y hay que recordar que todas esas glorias del intelecto trabajaron con presidentes que trataban de hacer mejor a la nación, y que respetaban la investidura presidencial, sobre todo en el sentido de no meterse en pleitos de barriada ni discusiones bizantinas con ciudadanos de a pie.
El nivel que se exige a la Presidencia de la República tiene una razón histórica y nacionalista. El país necesita de un líder, de un estadista, de una persona que convoque a la concordia nacional, para que la República avance, para que seamos mejores y más felices.
No queremos a un pendenciero de barrio…
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