Un día después de que la Fiscalía de Veracruz mostrara los restos de una joven, encontrados en las playas de Chachalacas, los cuales aseguraron eran los de Viridiana Moreno, los familiares de la joven madre no reconocen esos restos como los de su familiar desaparecida. Los familiares aseguran que las autoridades, ante la presión y las prisas, pudieron entregarles los restos de cualquier cuerpo, y es que en tres días, dicen, no se puede asegurar al 100 por ciento que los restos pertenezcan a Viridiana. El padre de Viridiana, indignado por cómo se ha manejado el caso de su hija, pide entrevistarse con el gobernador Cuitláhuac García. “Que me dé la cara, yo lo dije y lo sostengo, pero retractarme así en un comunicado, ¿qué no tenemos protección de derechos humanos para que nos traten así? Que me agenden una cita con él para que me diga exactamente la verdad”. Y es que el gobernador se fue de la boca asegurando que Viridiana no estaba desaparecida, sino que estaba resguardada. Los padres de Viridiana tienen fundamentadas dudas. Y es que en los últimos días la actuación de la Fiscalía de Veracruz, encabezada por Verónica Hernández Giadáns, ha cometido varias pifias. La más reciente fue cuando detuvo a un Antonio de Jesús en Xalapa sólo por llamarse igual que otro radicado en el sur de Veracruz. ¿Le dará la cara Cuitláhuac García al padre de Viridiana Moreno? Creemos que no. El gobernador de Veracruz no tiene valor para enfrentarse a la verdad.
«A los periodistas no hay que matarlos a balazos, hay que matarlos de hambre», dice Alito. ¡Qué novedad! Es la doctrina de la 4T
Layda Sansores no es una defensora de los periodistas, esperpéntica como es, la gobernadora de Campeche sólo se encontró con los dichos de un líder priista, pero también con el pensamiento de una oligarquía podrida que se repite, aunque cambie de partido. «Yo siempre lo he dicho -dice Alejandro Moreno, presidente nacional del PRI-, el hijueputa que se pase de verga, una verguiza salvaje. Nomás te voy a dar un dato: a los periodistas no hay que matarlos a balazos, papá, hay que matarlos de hambre». La gobernadora de Campeche hace públicas las grabaciones de Alejandro Moreno. Lo que dice Alito es un clásico que se repite de sexenio en sexenio. Por supuesto, Alito se refiere a los periodistas críticos, a esos que molestan con sus críticas o con sus reportajes de investigación. Los periodistas cómodos, esos que le lavan la cara a las instituciones criminales, esos se conforman con las migajas que caen de la mesa del amo. Pero lo sabemos, lo que piensa Alejandro Moreno es lo mismo que piensa Andrés Manuel López Obrador, lo mismo que piensa la misma Layda Sansores, lo mismo que piensa el gobernador de Veracruz. La pregunta que surge es, ¿si es esa la fórmula para acabar con esos periodistas molestos, incómodos, por qué siguen de pie? Pues porque nuestra verdad es más resistente de lo que creen.
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La mayoría de los niños asesinados por Salvador Ramos en primaria de Texas, eran de origen mexicano. De 10 años para abajo
No se puede uno imaginar qué traumas cargaba Salvador Ramos de 18 años que lo llevaron a cometer uno de los crímenes más atroces que haya vivido la Unión Americana; una masacre que supera incluso la de Columbine en 1999. Aunque por muy grandes que fueran sus traumas no se puede entender cómo un ser humano fue capaz de asesinar a mansalva a 19 niños, todos ellos de 10 años o menos. En algunos medios se han publicado los rostros de estos pequeños; los mismos padres han publicado en redes sociales las fotografías de estos niños que fueron masacrados por Salvador Ramos, un estadounidense que portaba un arma y un rifle de asalto. Dos maestras también fueron asesinadas. Para muchos no está bien que se publique el rostro de las víctimas por ser estos menores de edad, pero para otros es necesario que la sociedad americana se dé cuenta que su política de permitir la compra indiscriminada de armas produce muerte, la muerte de 19 niños y dos maestras. Salvador Ramos tenía 18 años y ya poseía varias armas, pudo comprar cartuchos porque la Constitución de los Estados Unidos se lo permite. ¿Cuántas muertes más se requieren para que el gobierno americano restrinja la adquisición de armas a sus ciudadanos? ¿Cuántos rostros de niños asesinados se habrán de publicar en el futuro, todo para que esa nación entienda?
Armando Ortiz
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