Sólo exigen su lugar, respeto a su preferencia. Muchos padres homofóbicos ignoran que en su familia tienen un arcoíris oculto.
Presencié la marcha de Xalapa y corroboré su unidad, son directos y valientes. La de Ciudad de México fue apabullante. Existen, viven, conviven y son mayoría.
Algunos homofóbicos se proyectan y temen que les brote el arcoíris que llevan dentro. Por ello odian y repudian a homosexuales, lesbianas, transexuales y bisexuales. Suponen que pueden contagiarse.
Conozco a servidores públicos gais que prefieren ocultar o negar su preferencia sexual por miedo a la crítica social.
Fuera prejuicios. Si alguien es homosexual, reconózcalo. O si es no binario o género fluido, adelante.
Si algún lector se encuentra en esta tesitura, no se apoque ni opaque. Todos somos seres humanos con los mismos derechos y obligaciones.
Una tarde en los portales de Córdoba convivían unos amigos. Uno, mofándose, pregunta a otro:
--¿Tú eres gay?
--No lo soy, si lo fuera lo diría. Mi hijo sí es gay, a mucha honra.
Hace años un poderoso empresario de Xalapa descubrió que a su hijo no le atraían las mujeres. Lo llevó con los mejores médicos “para curarlo”, según él. Fracasó.
Conocí a una persona que desde joven se burlaba de los homosexuales. Su hijo, un brillante profesionista, es gay declarado.
En otros tiempos, era tema tabú. Hoy todo ha cambiado. No se sorprendan, lectoras y lectores, la naturaleza es así. Desde los albores de la humanidad ha existido la diversidad sexual, incluso entre animales.
En la propia Biblia y en las mitologías griega, latina y de otras civilizaciones existen ejemplos de ello.
Señores homofóbicos, no podrán contra la naturaleza. Amen y apoyen a sus hijas e hijos.
Si lanzan candidato o candidata a la presidencia, gubernatura, diputación, senaduría o alcaldía... pueden ganar. ¡Aguas! |