No obstante, yo sí le digo que a usted la siento lejana, aunque en otro sentido, que es el físico, el que da calor humano.
Hasta ahora, como veracruzano he podido ver su imagen en varios espectaculares colocados en todo el estado, que le dan las gracias por la construcción de la refinería Olmeca en Dos Bocas, Tabasco.
Y también he podido asomarme en algunos medios a lo que ha dictado en las conferencias magistrales que ha ofrecido en el World Trade Center sobre temas energéticos, que es lo que usted domina.
Pero no la veo a ras de tierra, si me disculpa. No la miramos entre la gente, en nuestras calles y avenidas y pueblos platicando con los ciudadanos, con los jóvenes, con las mujeres bravas e inteligentes que son la marca de la casa.
Yo la invito, ingeniera, a que empiece una visita por todo el estado y que venga a nuestras casas, se siente en nuestra cocina y nos platique sus sueños y sus planes para que Veracruz se termine de convertir en el mejor lugar, que digo del país, del mundo.
Venga, doña Rocío, a nuestras plazas y nuestros parques, acomódese en una banca a la sombra y predíquenos sus proyectos, cuéntenos todo lo bueno que está pensando nos puede suceder si la dejamos que llegue a la silla mayor por la fuerza de nuestros votos, convencidos por su palabra, que puede ser buena, pero hasta ahora la desconocemos.
Baje a la tierra. Los jarochos somos gente buena -usted ha vivido entre veracruzanos la mayor parte de su vida-. Déjese envolver por el terruño, por los pobladores, por el calor feraz que nos da carácter, exuberancia y fortaleza.
Estoy seguro de que la vamos a escuchar con buena voluntad porque es usted una dama que ha triunfado en su carrera -en lo vital, lo profesional y lo político- y tendrá buenas cosas que decirnos.
Así que acá la esperamos. Va a ser bien tratada, no tenga usted pendiente. Y ya que la escuchemos, podremos decirle lo que pensamos.
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