Por supuesto que entendemos a Elizabeth Morales, exalcaldesa de Xalapa, quien por años sufrió una gran discriminación por ser gay. Ella misma lo dice, ahora con orgullo: “Las circunstancias que he enfrentado debido a mi diferencia para amar no han sido fáciles. Un innumerable bloque de críticas, la gran mayoría de ellas hechas con muy mala fe hacia mi persona, me han perseguido a lo largo de los años”. A pesar de ello lo superó y no sólo eso, tuvo grandes logros en su vida, demostrando que las preferencias sexuales no minaron su capacidad política. Sobre su desempeño en los cargos públicos que ostentó, eso es otro cuento. Se casó Elizabeth Morales con Zoé Gamboa, una empresaria, joven guapa y exitosa. Ya antes había realizado una reunión de compromiso que muchos confundimos con la boda. Pero al parecer este sábado 18 de noviembre, se casó con todas las de la ley y está tan afuera del closet, que sacó todos los tiliches del closet para exhibirlos; nada más le faltó por ahí, entre su mesa de trofeos, a Shariffe Osman. Ahora que la vida le sonríe, aunque su desempeño político la haya orillado a ser una simple vocera de Elba Esther Gordillo, la exdiputada priista, no sólo exhibe su amor, también sus preferencias y con ostentación muestra que, hasta este momento, la vida la ha besado en la boca. Por supuesto, quienes conocen a Elizabeth Morales saben de su inestabilidad amorosa. Son varias las mujeres con las que ha sostenido una relación de pareja, demasiadas, dirían las mismas exparejas. Esperemos que, como ella desea, Zoé Gamboa sea la definitiva, y no tengamos que enterarnos a futuro de otra boda ostentosa, con otra mujer, “el amor de su vida”, como cada expareja en su momento lo fue.
Javier Duarte, “tanto peca el que mata la vaca, como el que le detiene la pata”. Cómplice de Bermúdez el “genocida”, Duarte dice que sólo obstaculizó una investigación
Se queja Javier Duarte de que tiene 5 años sin ver a su familia. Habría que decirles que muchos desaparecidos en su sexenio, policías y ciudadanos, no volvieron a ver a su familia nunca más. Algunos fueron desaparecidos y arrojados en las inmediaciones de la Academia de El Lencero; los colectivos de búsqueda señalan a Arturo Bermúdez Zurita como el responsable de este atroz crimen. Pero Javier Duarte se siente inocente, él dice que no participó en la desaparición de los policías, aunque reconoce que lo acusan por obstaculizar la investigación, por lo que se aduce que el señor sabía de esos desaparecidos. A unos días de su posible preliberación, lo vinculan a proceso, y con ello le niegan la posibilidad de salir libre. El mismo Duarte lo lamenta: Es una chapucería decir que me vincularon a proceso por delito de desaparición forzada. Es un delito de lesa humanidad, es un delito fuerte. En la propia audiencia pregunté si se me estaban acusando de haber participado en desaparición de persona alguna y la respuesta contundente fue no”. Tal vez el exgobernador no los desapareció, pero de que estuvo enterado y muy posiblemente coludido, eso que ni qué.
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Todo el rencor de López Obrador en su Plan B. Ante la frustración de que no se apruebe su reforma electoral, piensa marginar a consejeros
Si alguien se portó a la altura de las expectativas del candidato Andrés Manuel López Obrador, ese fue el consejero presidente del INE Lorenzo Córdova. No así Luis Carlos Ugalde, quien por supuestas décimas de votos le dio el triunfo a Felipe Calderón. Tampoco se comportó a la altura Leonardo Valdés Zurita, quien permitió la guerra sucia en contra de López Obrador, logrando así el triunfo de Peña Nieto. Sin embargo, Lorenzo Córdova respetó y validó el triunfo de López Obrador, y a pesar de eso, el presidente de México le tiene un odio, como si el triunfo se lo hubiera dado a otro candidato. Es por ello que, ante la frustración de no poder instaurar su reforma electoral, la que busca restar autonomía al Instituto Nacional Electoral, poniéndola en manos del “pueblo bueno”, López Obrador ya elaboró un Plan B, que busca modificar reformas secundarias. Entre estas reformas está la de inhabilitar para algún cargo público a los consejeros del INE; su inhabilitación duraría hasta por 10 años. Por supuesto, quienes conocen el odio y rencor de López Obrador saben que ese obús va dirigido contra Lorenzo Córdova y Ciro Murayama, a quienes consideran los artífices de todo el daño que el INE ha causado a Morena. Las pifias del presidente con sus consultas “pedorras” la tiene Córdova y Murayama, lo mismo que no hayan dejado ser gobernador a su compadre Salgado Macedonio, acusado de violación sexual. López Obrador no va a parar hasta que arroje toda su bilis. Las frustraciones que carga en lo que concierne a reformas constitucionales tienen al presidente que no lo calienta ni el sol.
Armando Ortiz
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