Para ellos, todo está muy bien. Para ellos…
Pero para los jubilados que tienen que ir a entregar un papel, a hacer una corrección, a solicitar una cita médica o un servicio especial, la cuestión es diferente. Para ellos no hay protección ni protocolos que les garanticen un buen trato.
Nada de eso, ni mucho menos.
Como el acceso a las instalaciones está limitado, muchas ancianas y no pocos ancianos tienen que hacer largas colas en la calle, soportando estoicos los rayos del sol en las zonas tropicales del estado y sufriendo los vientos fríos que calan hasta el abatido tuétano en las regiones montañosas.
Por alguna razón desconocida (¿tendrá que ver con la austeridá y la consecuente falta de personal?), quienes atienden el acceso son policías, y la mayoría de ellos tienen otra capacitación, porque es probable que sepan cómo manejar a un maleante pero seguramente no tienen la menor idea de lo que es la urbanidad y la corrección al dirigirse a personas de edad. Sus modos son bruscos y hasta groseros, y de ninguna manera los merecen los pobres derechohabientes que tienen que acudir presencialmente a alguna oficina o clínica.
Y luego, ya que entraron después de una laaaaarga espera, se encuentran con alguna o algún burócrata harto de su trabajo, que les piden sus datos para apuntarlos en una libreta que tiene como destino seguramente alguno de los programas electoreros del Bienestar.
Aunque en la paradoja de Zenón la lenta tortuga es más rápida que Aquiles, eso nunca sucede en las oficinas del Instituto de Seguridad Social [que no está] al Servicio de los Trabajadores del Estado (que eso significan las siglas ISSSTE, y no lo que algunos malosos piensan: Inútil Solicitar Servicio de Salud, Tramitamos Entierros).
Bueno, los empleados quelónidos abundan en las instalaciones de Veracruz, y por eso los jubilados consideran que es un suplicio acudir a que, según, les den un servicio de calidad.
¡No hay que ser!
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