Su interlocutor ponía en entredicho su liderazgo en el partido: la permanencia de Osorio Chong en la coordinación de senadores priístas revelaba que, ante todo y todos, Moreno no dominaba por completo al tricolor, como solía “venderlo” ante los que en el papel son sus adversarios.
Alito lo intentó y no pudo quitar a Osorio de la posición que ostenta. De estar por completo en sus manos habría ejecutado la acción, más no fue así, no obtuvo los votos suficientes de sus senadores. Las cosas no eran (en realidad) tan sencillas como parecían.
La voz al otro lado de la llamada le dejó preocupado, al grado que cuando Moreno llegó a su oficina pidió no recibir a nadie, necesitaba digerir el coraje. No era para menos: no todos los días le llamaban de Palacio Nacional para poner en tela de juicio su liderazgo en el tricolor.
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