Ha sido valorada la trayectoria de la ministra no sólo por haber llegado a presidir el máximo tribunal de justicia de México, sino porque está ejerciendo ese puesto en condiciones aciagas para el libre ejercicio de juzgar, frente a un titular del Poder Ejecutivo que propicia un clima de linchamiento contra la Suprema Corte y contra aquellos jueces que anulan sus intentonas ilegales o inconstitucionales contra el orden jurídico nacional, o que defienden los derechos humanos.
Claro, como el reconocimiento internacional a la ministra implica una condena (mediática) tácita a él mismo, el presidente repudia tal premio, al inconcebible extremo de haber dicho este día 10 que “esos premios se pueden conseguir en la Plaza de Santo Domingo”, aludiendo al célebre sitio de la Ciudad de México donde se negocia la falsificación de documentos.
¿De quién habla López Obrador al sostener que el premio obtenido por ella tiene el mismo valor que un documento falsificado? Se refiere a una abogada que se tituló de la licenciatura con 10, recibió Mención Honorífica al graduarse como profesora; obtuvo 9.6 de calificación en una especialidad en Derecho Constitucional y Administrativo; otra calificación de 9.5 en la especialidad en Argumentación Jurídica, y 10 en la maestría sobre el mismo tema, cursada en España.
Al descalificarla y ponerla al nivel de los clientes de Santo Domingo, agravia también a las integrantes de la International Association of Women Judges, organización fundada hace alrededor de 30 años por mujeres abogadas, empeñadas en promover la igualdad de justicia para mujeres y niñas en todo el mundo, porque las coloca como charlatanas que entregan premios “patito”.
Estas juezas no son mexicanas a quienes pudiera atribuirse interés político opuesto a la 4T, que quisieran cuestionar la gestión de Andrés, son letradas de muy alto nivel que defienden principios, valores y sistemas de legalidad universalmente consensuados, por lo que la comparación del presidente es la expresión de un rufián que no conoce la prudencia ni la medida.
En la misma mañanera aludió, por supuesto, a Carlos Loret de Mola, a quien calificó como hampón, bandolero y malandro. También se refirió a nuestro paisano Ignacio Morales Lechuga, al cual implícitamente tachó de ladrón, pues dijo que para tratar con él hay que ir blindado y sin cartera.
Un individuo que insulta, vilipendia e injuria a sus gobernados ¿merece ostentar la investidura de la patria en su persona, como jefe de las instituciones? |