Entonces, como hay varias y varios aspirantes a las candidaturas de Morena que nomás no nacieron para el trato con la gente, han discurrido sus anhelos dando la vuelta precisamente a lo que hace un verdadero líder popular, es decir, hablar de cerca con los ciudadanos, participar protagónicamente en eventos masivos, concitar el aplauso popular, generar el entusiasmo por el proyecto de gobierno o hacerlo con promesas más o menos creíbles para la masa.
Pero veo a la ingeniera Rocío Nahle García muy alejada del calor humano, nunca cerca de las personas del pueblo para darles la mano, para platicar con ellas sobre sus problemas cercanos e inmediatos. En sus mismos spots que tratan de promoverla como candidata a la candidatura no habla, sólo camina hacia el infinito y hacia allá ve, nunca hacia la cámara, hacia la gente. Es fría como su tierra cuando cae el invierno gélido y seco, convertido en aire helado en el cerro de La Bufa o en cualquiera de los 58 municipios que tiene ese estado lejano de gente buena, aunque ensimismada en su mutismo.
Por eso la ausencia de mítines, de eventos a ras de suelo, de encuentros cercanos del tercer tipo con la militancia sincera y honrada.
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E igual veo a la corcholata mayor de los cuitlahuistas y del Patriarca. Claudia Sheinbaum es un tabique en la nuca, un sopor vivo, una expresión dura y lacrada. Su sonrisa parece rictus; su amabilidad, una falsa intención.
La timidez, la falta de inteligencia social, su ausencia emocional le cierran la garganta y de ella sale un sonido sordo y atenazado. Da pena cuando trata de arengar con su voz arrellanada que nunca se atreve a ser grito. Solamente se anima un poco cuando recae en el discurso repetido de Andrés Manuel, cuando repite sus diatribas contra sus enemigos imaginarios, sus adversarios, los corruptos, los con-ser-va-do-res. Sin embargo, nunca provoca ardor, ni pasión, ni sentimiento alguno.
La Jefa de Gobierno se hace más chiquita aun cuando está con el público, y no me refiero a su estatura física. Se pierde en su apocamiento. Su presencia se desvanece envuelta en su cortedad, en sus limitaciones sociales.
Acá en Veracruz, Zenyazen Escobar, el Secretario de Educación, quiso replicar la misma moda y se inventó una conferencia magistral en un evento que no era más que una concentración estudiantil. Pésimo se vio, investido como conferencista magistral, cuando tuvo que amonestar a su público formado por muchachos de las escuelas cercanas para que por favor se callaran y lo dejaran expresar su docta disquisición, que no fue sino un discurso prosaico como todos, una arenga frívola y banal, cual es su temperamento.
La Cuarta Transformación insiste en banalizar todo lo académico, en descertificar la ciencia, en impulsar la ignorancia del buen salvaje. Pero en el pecado llevan la penitencia de caer en el ridículo, en ese permanente ridículo que tanto nos apena a los mexicanos.
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